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Feliz con Sobrepeso

*** Atención, el plazo para ver este seminario ya ha concluido. Gracias a todas por participar***

Como prometido te estamos dando acceso a nuestro seminario Feliz con Sobrepeso, en el cual hablamos de los prejuicios más comunes que normalmente tenemos con las personas “gorditas” y por qué esos razonamientos no son ciertos. Si no tienes sobrepeso este seminario te va a servir mucho para comprender mejor a quienes te rodean y, si tienes sobrepeso (o crees que tienes, porque en muchos casos ni siquiera es sobrepeso) ésta es la charla que estás necesitando ver ahora. Si luego de verlo tienes interés en continuar explorando la relación con tu cuerpo puedes hacerlo en nuestro curso Mi Cuerpo Mi Tesoro.

¿Eres profesional de salud y deseas profundizar este tema? Buenas noticias: te estamos regalando un segmento adicional con consejos y observaciones que puedes utilizar en tu praxis. Y por supuesto extendemos la invitación a participar en nuestro último grupo de Introducción a la Psicología de la Nutrición para Profesionales de Salud que inicia este viernes 2 de Octubre.

Ambos seminarios estarán disponibles hasta el domingo 4 de Octubre inclusive para que los mires de forma absolutamente gratuita.

Si te han gustado y quieres compartir tu experiencia con nosotras siempre puedes dejarnos tus comentarios y preguntas aquí debajo. ¡Gracias por ser parte de nuestra comunidad!


La primera dieta

Para quienes tenemos hijas, existen momentos que definen nuestra maternidad: la primera vez que dicen “mamá”, el primer diente de leche caído y, más adelante, el primer día de escuela. A medida que las niñas crecen y que se aventuran en el mundo de la adolescencia, llegan también otras “primeras veces” que nos causan más ansiedad y algo de miedo: la primer discusión grande con lágrimas y portazos, la primera salida sin un adulto acompañante, y tal vez el primer noviecito.

Como madres responsables, tratamos de aprender distintas formas positivas de navegar estas situaciones. Especialmente nos preocupamos del tema sexualidad, de la influencia del alcohol y las drogas, y del fluctuante rendimiento escolar.

Hoy me gustaría introducir otra primera vez que a muchas mamás se nos pasa por alto: la primera dieta.

Para la mayoría de nuestras hijas, la adolescencia es un período de cambio acelerado, que en muchos aspectos implica re descubrirse y re dibujar su existencia. El cuerpo cambia y comienza a regirse por los ciclos hormonales, que traen consigo no sólo la aparición del período menstrual sino también las curvas femeninas.

Esta nueva imagen sinuosa es recibida con mucha ambivalencia: por un lado nuestras hijas quieren explorar lo que significa ser mujer, y por otro lado le temen al poder de la sexualidad y de lo femenino. Es por eso que las vemos un minuto maquillándose frente al espejo, y al momento siguiente abrazando a su osito de peluche tiradas en el sofá.

Semejante tipo de reacción es comprensible, puesto que a nivel social los mensajes que enviamos a nuestras hijas son muy contradictorios. Si bien nosotras las alentamos y les decimos que pueden estudiar lo que quieran, que no necesitan casarse o tener hijos y que son hermosas con el cuerpo que ya tienen, existen muchos otros mensajes que tal vez no verbalizamos pero que se los damos con nuestro ejemplo.

Nuestras hijas perciben mucho más que nuestro discurso oral: ellas ya están acostumbradas desde niñas a oir los desafíos que nosotras mismas tenemos con el rol de lo femenino, y especialmente con nuestra propia imagen. Durante años han notado cuando le decimos a una amiga que ya no cabemos en los jeans, cuando servimos postre a toda la familia pero nosotras no lo comemos, cuando vamos a la playa y ocultamos nuestra figura debajo del pareo. Todos esos elementos son absorbidos en silencio y, llegada la adolescencia, nuestras hijas se inician también en ese mismo campo conflictivo.

Por eso, para muchas jóvenes, el rito de pasaje femenino por excelencia es la primera dieta: es señal de que su cuerpo está cambiando, que ya no tienen el físico de una niña y que su sexualidad ya se insinúa. A veces, las mamás incluso promovemos esa primer conducta alimenticia distorsionada. Tal vez porque pensamos que nuestra hija está un poco redondita y le queremos hacer un favor, pero por lo general estamos haciendo más mal que bien. Queremos que nuestras hijas se ahorren desde ya todos los problemas que nosotras hemos tenido con nuestro propio cuerpo, y proyectamos nuestros miedos y nuestros desafíos propios en su relación con la comida.

Es importante comprender que una dieta no es una solución, sino que se trata del primer comportamiento problemático en torno a la alimentación. Estudio tras estudio demuestra que las dietas no causan desórdenes alimenticios, pero que todas las mujeres que padecen de alimentación desordenada han hecho dieta.

Como profesional, no me canso de decirle a las mamás que ellas no les comprarían cigarrillos ni vodka a sus hijas, ni les prestarían el auto a una niña de 13 años; pero si la hija les dice que quiere hacer dieta, inmediatamente salen al supermercado a comprar comida “más sana” y comienzan a contar las calorías.

Es aquí donde me gustaría sugerir una ruta alternativa para todas las mamás preocupadas: no nos centremos en el peso ni en la imagen de nuestras hijas, sino en su estado de salud. Si nuestras hijas tienen curvas pero buen nivel de energía, si no hay condiciones físicas apremiantes ni complicaciones digestivas o de otra naturaleza, no es necesario hacer dieta. Y si existen enfermedades o síntomas problemáticos, entonces lo fundamental es hablar con un profesional capacitado que nos ayude a crear una alimentación saludable y balanceada, pero no restrictiva.

Crecer es difícil, tanto para las niñas como para las mamás, pues ambas estamos aprendiendo a navegar los cambios en nuestros cuerpos y en nuestras psiquis. Cuando decidimos hacerlo con una actitud positiva, centrándonos en cómo nos sentimos y en lo que nuestro cuerpo puede hacer en vez de en cómo se ve para los demás, entonces ya estamos dando juntas el primer paso saludable en esta jornada de descubrimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

Errores alimenticios

Según las estadísticas médicas, los desórdenes alimenticios van cada vez más en aumento. Afortunadamente, existen cada vez más fuentes de información y centros de ayuda para quienes los necesitan. Pero pese a este auge de apoyo, todavía corren nociones equivocadas sobre lo que son los  y sus consecuencias. Hoy queremos ayudarte a reconocer los errores más comunes que circulan en las redes:

1. Para tener un desorden alimenticio hay que estar muy flaca o muy gorda

Esto no es así: el peso puede ser un indicador de la existencia de un desorden alimenticio, pero no es el único factor, ni tiene por qué ser un factor decisivo. Por ejemplo, una persona que sufre de bulimia puede tener un peso absolutamente normal pero tener un desorden alimenticio avanzado. Y una persona  anoréxica puede tener sobrepeso, aunque nos cueste hacernos a la idea. Hay muchas personas que hacen dietas extremadamente restringidas y si no reciben ayuda a tiempo el desorden puede avanzar. O sea,  si nos guiamos solamente por el peso habremos perdido la oportunidad de brindarles muchos meses de tratamiento. El indicador principal en un desorden alimenticio no es el peso, son las conductas. 

2. La culpa del desorden alimenticio la debe tener la familia

Apuntar el dedo y buscar “culpas” no ayuda al proceso de recuperación… en vez de buscar culpables es mejor reconocer que en los desórdenes alimenticios hay condiciones neurológicas complejas en las cuales influyen muchísimos factores, entre ellos la familia. Una persona puede tener una familia cariñosa y solidaria, y sin embargo desarrollar un desorden alimenticio. En ese caso, la familia puede transformarse en uno de los principales aliados en su recuperación, y varios centros de terapia no dudan en reclutar su ayuda. Nadie es culpable de un desorden alimentico, pero el rol de la familia es vital en el proceso de recuperación. 

3. Una persona con un desorden alimenticio puede vivir una vida normal

Este punto es algo complicado, porque alguien puede estar recuperándose de un desorden y en ese caso estar viviendo una vida en la cual el alimento ya no tiene un rol tan preponderante. Pero una persona con un desorden alimenticio que no está siendo tratado puede “esconder” bien o saber disimular su condición, y entonces desde afuera nos parece que todo está bien (recuerda que el peso no es el principal indicador de un desorden). Mientras no se reciba ayuda, debemos ver al desorden alimenticio como una crisis que interrumpe y desintegra nuestra vida personal y nuestro medio. Por eso es fundamental buscar y proporcionar ayuda. Por más bien que alguien disimule su condición no se trata de una condición normal, y se necesita ayuda profesional para superarla. 

4. Un desorden alimenticio es una elección personal

Comer o no comer, vomitar o no vomitar, no son “elecciones personales”  y por lo tanto no pueden ser solucionadas con fuerza de voluntad. Quienes desconocen los factores biológicos y neurológicos de los desórdenes alimenticios creen que alcanza con “dejar de hacer dieta” o “dejarse de pavadas”. Quienes sufren de un desorden y no son conscientes de ello pueden decir frases como “es que no me apetece, no tengo hambre” o “es mi vida y hago lo que quiero”.  Pero es más complejo que esto. Los desórdenes alimenticios están catalogados como enfermedades mentales: de la misma forma que nadie elige estar deprimido y necesita ayuda profesional, nadie “elige” un desorden alimenticio. 

5. Sólo a las “chicas bien” les pasan estas cosas

Les pasa a las chicas, a los chicos e incluso a ancianos: los desórdenes alimenticios no conocen barrera de sexo, edad ni condición social. Una persona de cualquier raza, peso y orientación sexual puede desarrollar un desorden alimenticio. Por ejemplo, se estima que 1 de cada 10 afectados son hombres, y dentro de este grupo, no hay preponderancia de orientación homosexual. Los desórdenes alimenticios no discriminan: le pueden pasar a cualquier persona. 

6. Tener un desorden alimenticio no es tan grave

Los desórdenes alimenticios crean una situación de trauma nutricional en nuestro cuerpo, y este estado biológico alterado puede generar complicaciones médicas graves. Y aparte de los riesgos a nivel físico hay riesgos a nivel emocional. La tasa de depresión y suicidio dentro de los afectados es mucho más alta, para dar un ejemplo. Los desórdenes alimenticios pueden no parecer graves al principio, pero se transforman rápidamente en condiciones muy serias. 

7. Los desórdenes alimenticios son genéticos

Los desórdenes alimenticios tienen una base genética y biológica, pero la genética de por sí no determina quién desarrollará un desorden y quién no. Las investigaciones en este campo indican que el entorno y la historia personal también juegan un papel importante en el desarrollo de estas condiciones. Por eso el tratamiento se realiza con un equipo profesional inter disciplinario, que incluye desde psicólogos hasta nutricionistas y doctores de medicina general. Lo importante no es buscar el origen del desorden, sino tratarlo. 

8. No es posible recuperarse de un desorden alimenticio, al menos no del todo

Sí es posible recuperarse de un desorden alimenticio, especialmente si la persona afectada recibe tratamiento apenas lo desarrolla. Por eso es fundamental la detección temprana y la intervención profesional. Si crees que alguien que tú conoces esté afectado por un desorden, no dudes en expresar tu preocupación y ayudarle a buscar apoyo profesional. El mejor momento para comenzar a sanar de un desorden alimenticio es ahora. 

Cuando las dietas no sirven

 

Las mujeres vivimos expuestas a mensajes negativos respecto a la comida y el peso. Fotos retocadas, roles estereotipados e imágenes de perfección inalcanzables nos hacen sentir inadecuadas con respecto a nuestro cuerpo.
Somos sensibles y sufrimos por la presión de estar flacas. Pero si intentamos bajar de peso y no lo logramos sufrimos aún más, porque mucha gente piensa que “las rellenitas” están así porque no tienen ni fuerza de voluntad ni autocontrol.

Las que somos mamás nos estresamos el doble: somos responsables por la salud de nuestros hijos, y es frecuente que recibamos mensajes contradictorios que nos desorientan aún más: ¿hay que comer carne o hace mal? ¿es buena la soja? ¿los carbohidratos son necesarios?

Por otro lado, los seres humanos vivimos más años pero padecemos más enfermedades. Especialmente de carácter crónico, como diabetes y distintos tipos de cáncer.

El campo de la nutrición comenzó a reflejar esta preocupación.

La Psicología de la Nutrición es un área relativamente nueva, que está a la vanguardia de las herramientas y protocolos para trabajar de manera positiva y efectiva los problemas de peso, imagen corporal, atracones y compulsiones. Su enfoque innovador permite mejorar (e incluso sanar) una amplia variedad de problemas de salud relacionados a la nutrición, como ser la digestión, la fatiga, el estado de ánimo, y la baja inmunidad.

El surgimiento de esta disciplina era necesario. Desde los años 70 han habido grandes cambios en la forma en que concebimos la alimentación: el movimiento hippie, por ejemplo, promovió un acercamiento a la naturaleza y sistemas de nutrición basados en la no-violencia, como ser el vegetarianismo y el veganismo.
Con la llegada de los 80 y la invasión de sustancias sintéticas en la industria alimenticia (edulcorantes, conservantes, etc), varias escuelas de nutrición clásicas y naturales recobraron importancia, especialmente el movimiento Macrobiótico.

A partir de los 90 se produjo un gran “quiebre”: ya no podíamos ignorar las estadísticas que confirmaban que nuestras pancitas seguían en expansión.
En Europa surge el movimiento de comida lento (Slow food) y las prácticas de agricultura biológica ganan terreno. En Estados Unidos, país particularmente conocido por los excesos, el movimiento de salud holística cobra gran importancia y la escuela de nutrición más grande del mundo (IIN, ubicada en Nueva York) promueve este enfoque.

La concepción holística considera que el ser humano es una unidad: cuerpo, mente, y estados emocionales forman un todo e interactúan entre sí. Desde esta perspectiva, la salud y la enfermedad no tienen simplemente una base en el cuerpo físico, sino que también se relacionan con lo que la persona vive, piensa y siente. Por eso es que la alimentación holística insiste en que no hay una dieta única que sirva para todo el mundo: por el concepto de bio individualidad, la alimentación perfecta para una persona dependerá no sólo de su sexo, edad, grupo sanguíneo y nivel de actividad física, sino también de su procedencia y estado anímico.
En definitiva, lo que cura a una persona puede generar enfermedad a otra, pues cada individuo tiene una relación única, íntima y cambiante con su alimentación.

Los conceptos de salud holística y bio individualidad son parte de la base de la Psicología de la Nutrición. Este es un campo de estudio relativamente reciente pero que cada vez atrae a más profesionales, pues los resultados están a la vista. ¿Quién no ha ido a consultar a un dietista o nutricionista y, a pesar de haber recibido de ellos una dieta balanceada, no es capaz de bajar de peso? ¿Quién no ha perdido peso con una dieta milagrosa y, tres meses después, siente que nuevamente le explota el botón del pantalón? ¿Y los atracones de helado o galletitas después de la cena? Efectivamente, hay un gran campo de trabajo para esta nueva asignatura.

Creencias tóxicas en torno a la nutrición

Gran parte del fracaso está relacionado con ideas fijas sobre cómo funciona nuestro cuerpo en relación a la comida y el ejercicio. Ideas que tomamos como “dogmas” o verdades absolutas, cuando en realidad no lo son. La Psicología de la Nutrición se refiere a ellas como “creencias tóxicas”, porque definen nuestras emociones y nuestro comportamiento en torno a la comida de forma muy negativa.

Algunas de las más comunes:

¡Existe una dieta perfecta, y cuando yo la encuentre voy a estar regia por el resto de mi vida!
Esta es la creencia que más vemos en nuestra praxis: clientas que vienen a vernos para recibir un plan de comida estricto, una lista de alimentos permitidos y otra de alimentos prohibidos. La idea es que esa bendita dieta nos hará felices, sanos, delgados y (¿por qué no?) vivir para siempre, o al menos por muchísimos años.
El problema de esta creencia es que en este mundo nada ni nadie es perfecto, y cuando nos aferramos a un plan de comida estricto, tarde o temprano lo incumplimos. Y eso termina mal, pues la reacción psicológica más común en este caso es sentirse como un fracaso, auto rechazarse y atacarse, e incluso caer en pequeños pozos depresivos. Y por supuesto, ganar más peso.

Si tengo hambre, lo ignoro. El hambre es mi enemigo
Muchas mujeres viven en un estado constante de miedo a sentir hambre. Creen que sentir hambre es síntoma de flaqueza y que, si sucumben al apetito, se van a comer todo lo que hay en la alacena. Entonces comienzan a ignorar su hambre, y poco a poco se disocian de lo que su propio cuerpo siente.
Pero pensemos por un momento la locura biológica de esta creencia: todos los seres humanos necesitamos alimentarnos, el hambre es la reacción física que asegura que nos mantengamos vivos.
Si a nivel psicológico, creemos que tenemos que ignorar al hambre mientras el estómago nos pide comida, lo que estamos haciendo es crear una gran respuesta de estrés para nuestro organismo. Y el principal síntoma asociado a la respuesta de estrés es la alteración del metabolismo e inhibición de quema de calorías. Irónicamente, estamos logrando lo opuesto a lo que queremos: cada vez tendremos más hambre, comeremos menos, y no bajaremos ni medio kilo.

¡El día que la balanza diga que peso 56 kilos voy a ser feliz!
Con esta creencia estamos poniendo nuestro bienestar y nuestra felicidad en manos de una máquina que, dicho sea de paso, nada entiende de nuestro metabolismo ni de nuestras emociones, y por lo general está mal calibrada.
¿De dónde sale ese número mágico? ¿Por qué necesitamos alcanzarlo con tanto fervor? ¿Y si por el resto de nuestras vidas no llegáramos a ese numerito, abandonaríamos entonces la posibilidad de vivir felices?

La labor de un experto en Psicología de la Nutrición es ayudar a reconocer estas creencias tóxicas, y mostrar que para lo único que sirven es para quitarnos energía, perder tiempo y debilitar nuestra siquis.

A medida que nos liberamos de las trabas que nos atan en torno a la nutrición, nuestros desafíos de peso se van convirtiendo en un excelente punto de partida para explorar la relación que tenemos con nuestro cuerpo. Entonces es que logramos alcanzar nuestro punto de equilibrio, descubriendo nuevas oportunidades de crecimiento y superación personal.

 

Este artículo fue originalmente publicado en el suplemento “Ser Familia” del diario “El País”

¿Por qué ella baja de peso y yo no?

A quién no le ha sucedido: en los últimos meses has subido una o dos tallas, la ropa te queda cada vez más apretada y te sientes como un embutido. Decides bajar de peso y haces todo lo que puedes para lograrlo: comes más sano, tomas más agua, haces ejercicio varias veces por semana y dejas de tomar alcohol. Pero cuando te vas a pesar…¡horror! En vez de haber bajado esos kilitos, parece que hasta has subido otros dos.

Como si esto no fuese insulto suficiente para tu orgullo, te encuentras para almorzar con tu amiga (sí, tu amiga la flaca) quien come un plato gigante de pasta a gusto, toma un vaso de vino y pide postre. Y pesa la mitad de lo que pesas tú. Qué está pasando???

Antes de abandonar tu plan en completa frustración y sentarte a comer galletitas de chocolate frente al televisor, me gustaría que consideres algunos factores que pueden estar saboteando tu plan, o tu forma de encarar esta situación:

Estás creando músculo antes de bajar grasa
Cuando comienzas a hacer ejercicio moderado o intenso varias veces por semana, estás también comenzando a crear más músculo en tu cuerpo. Pero el músculo pesa más que la grasa, y a veces comenzamos a desarrollar músculo antes de bajar grasa. Por eso al subirte a la báscula ves un leve aumento de peso que no logras explicar.
Si sigues alimentándote sano y haciendo ejercicio regularmente, al cabo de un par de meses vas a notar que tu cuerpo se ve mejor y que la ropa ya no te queda tan apretada, pues finalmente estarás bajando la grasa y no el músculo (este es otro de los motivos por los cuales no recomendamos dejarnos guiar por la báscula a la hora de querer estar mejor físicamente).

Estás combinando alimentos de la manera equivocada y por eso estás más hinchada
Comer sano parece sencillo, y en muchas formas lo es: hay que aumentar la cantidad de frutas, verduras y legumbres en nuestra dieta. Pero también hay que saber cómo hacerlo, pues si no conoces las bases de las combinaciones correctas de alimentos puede ser que estés generando molestias intestinales (malestar estomacal, retención de líquidos, eructos, distensión abdominal y/o gases). Es decir, si bien estás consumiendo productos “sanos” te sientes físicamente peor.
Con la ayuda de un profesional de salud puedes fácilmente recuperar el balance necesario. Como principios básicos, recuerda comer proteínas y carbohidratos simples por separado, no comer fruta en exceso o incluso eliminarla (especialmente si has sufrido de candida), y suplementar con probióticos.

Estás queriendo bajar de peso más rápido de lo que tu cuerpo puede
El refrán no miente: el que espera desespera. Te ha llevado su tiempo tomar la decisión de mejorar tu salud, tienes la motivación necesaria para realizar los cambios de hábitos requeridos, y pro eso quieres ver resultados…¡ahora!
Calma, calma: seguramente estás haciendo todo lo correcto, pero a tu cuerpo le ha llevado más de 2 semanas poner el sobrepeso, y seguramente le llevará más tiempo para perderlo – sobre todo si lo que quieres es un resultado duradero a largo plazo. Cuando comiences a desesperar recuerda que lo más importante es crear rutinas sanas en tu vida, pues eso te dará la energía necesaria para continuar por el buen camino. ¡Paciencia!

Estás tomando algún medicamento que te dificulta o impide bajar de peso, o estás pasando por cambios hormonales (menopausia, hipotiroidismo) que no estás teniendo en cuenta
Muchas veces decidimos cambiar nuestras rutinas pero nos olvidamos de hacer un chequeo médico antes de comenzar el cambio. Por favor no olvides pasar por tu doctor y hacerte un análisis completo. Conversa con él/ella sobre los medicamentos que estás tomando y sus efectos secundarios: muchos antidepresivos, por ejemplo, llevan a fluctuaciones de peso. Además, muchas de nosotras padecemos de problemas a la tiroides o alergias y ni siquiera lo sabemos, pues nos sentimos un poco fatigadas o rellenitas, pero no lo suficiente para consultar al doctor.
Cuanto más conozcas tu situación física actual, más fácil te será crear una rutina de alimentación y ejercicio que sea efectiva para ti.

Existen bloqueos emocionales que, en combinación con alguno de los factores ya descritos, te impiden dejar ir el peso.

Todas nuestras dolencias o problemáticas siempre tienen una causa física y otra psíquica. Esto no significa que tenga que ser algo “malo”: por ejemplo, muchas veces comemos por aburrimiento, y la causa física es comer más de lo que nuestro cuerpo necesita.
Es importante que revises tus hábitos y tus creencias emocionales en torno a la comida, pues parte del éxito en mantener tu bienestar físico es mantener también una psiquis saludable.

Ya hice todo lo que me dijiste en los otros puntos.. y mi amiga igual come lo que quiere y no pone ni un kilo, mientras yo estoy contando cada hoja de lechuga!!!
Es frustrante, lo sé, pero también sé que las comparaciones son odiosas. Tal vez tu amiga tenga otra edad, otro metabolismo que el tuyo, otro cuadro hormonal u otros desafíos que tú desconoces… Tal vez ella hace dieta toda la semana y tú no te enteras porque ella come cuando está contigo, ¿quién sabe?
Recuerda que siempre va a haber alguien más flaco, más alto, más bajo, más joven o más viejo que tú. Por eso concéntrate en tu propio bienestar, pues es eso lo que te ayudará a ser una persona más feliz y completa, y a disfrutar de los almuerzos con amigas… por más flacas que sean.

Elecciones Sanas: los No alimentos

En nuestra página nos concentramos normalmente en los factores psicológicos que influyen en nuestras conductas alimenticias. Cuerpo y psiquis están íntimamente relacionados, y muchas veces ocurre que cierto tipo de alimentos y cierto tipo de sustancias tienen efectos potentes en nuestro sistema – desde el cianuro al chocolate.

En el día de hoy queremos hablar de sustancias que están presentes en muchos productos alimenticios, pero que no deberían encontrarse allí. ¿Por qué? Porque tienen efectos negativos tanto para nuestro cuerpo como para nuestras emociones, generando desde enfermedades físicas hasta estados emocionales alterados (ansiedad, adicción, falta de concentración, por ejemplo).
Es decir, estos productos no deberían ser parte de tu estilo de vida, y si lo son, seguramente estés experimentando dificultades para dejar de consumirlos. Por eso te los queremos presentar.

Se trata de los llamados no-alimentos. En muchos países, especialmente de Europa y en Japón, dichos compuestos ya han sido prohibidos o tienen regulaciones de uso muy estrictas (por ejemplo, se pueden usar en lociones y perfumes pero no en productos digeribles).
Para ayudarte a identificarlos, hemos creado una lista de los Seis Grupos a los cuales les debes prestar especial atención y, de ser posible, evitar. También te ofrecemos una explicación de por qué son nocivos, en qué productos se encuentran, y cómo los puedes reconocer y eliminar de tu dieta.

Esperamos que en vez de sentirte agobiada, este artículo te ayude a convertirte en una consumidora más informada, aprendiendo a leer etiquetas y a seleccionar mejores opciones para ti y tu familia.

Circulo600T

Aditivos: colorantes

Colorantes: Azul 1 (también conocido como E133), Azul 2 (E132), Rojo 2, Rojo 3 (E127), Rojo 40 (E129), Amarillo 5 (Tartrazina o E102), y Amarillo 6 (E110).

Dónde se esconden: en pasteles, tortas, dulces, macarrones con queso, antibióticos, bebidas deportivas, sodas y quesos.

Por qué siguen en uso: antes de comer con la boca, comemos con la vista. Esto explica por qué el uso de los colorantes artificiales se ha quintuplicado desde 1955.

Riesgos para la salud: hace años, los colorantes provenían de fuentes naturales, como ser el azafrán y la cúrcuma. Pero actualmente la mayoría de los colorantes artificiales provienen del alquitrán de hulla (carbón), el cual también es usado para sellar productos y hacer brillar pisos.
Las investigaciones científicas han asociado los colorantes artificiales con alergias, hiperactividad, dificultades de aprendizaje, irritabilidad y agresión.

Evítalos: lee las etiquetas y búscalos en la lista de ingredientes.

 

Preservativos

Ingredientes: los antioxidantes sintéticos o butil-hidroxi-anisol E320 (BHA) y el butil-hidroxi-tolueno (también conocido como hidroxitolueno butilado o BHT). Propionato de calcio, pirofosfato ácido de sodio (E543), nitrato de sodio (E251), pirofosfato de calcio.

Dónde se esconden: comidas de repostería, snacks, comidas congeladas, carnes procesadas y embutidos.

Por qué siguen en uso: los preservativos y antioxidantes son compuestos que evitan que la comida se ponga rancia. Es decir, alargan la duración de los alimentos en el supermercado porque extienden su fecha de caducidad.

Riesgos para la salud: los nitratos y otros preservativos artificiales aumentan el riesgo a padecer de ciertos tipos de cáncer. BHA y BHT son derivados del petróleo (¡qué rico!).

Además, los niños que consumen muchos alimentos con preservativos tienden a padecer problemas de digestión y no absorben correctamente los nutrientes de la comida, pues los preservativos preservan al alimento incluso durante el proceso de digestión.

Evítalos: lee las etiquetas, especialmente si compras productos procesados o embutidos (y como habrás visto hasta ahora, desconfía de cualquier ingrediente que comience con E y tenga números…).

 

Hormonas

Ingredientes: hormonas sintéticas (rBGH y rBST)

Dónde se esconden: productos lácteos y sus derivados.

Por qué siguen en uso: estas hormonas se las inyectan a las vacas para incrementar la producción de leche.

Riesgos para la salud: las vacas inyectadas con hormonas sufren de infecciones a las ubres, infertilidad y dificultades para moverse. Y las personas que consumen la leche de estas vacas tienen niveles altos de IGF-1 (factor de crecimiento de insulina tipo 1), el cual ha sido relacionado al cáncer de colon, mama, y próstata.

Evítalos: si consumes lácteos, asegúrate que sean libres de hormonas y antibióticos. Tu mejor opción son los productos lácteos con sello de agricultura biológica.

 

Antibióticos

Dónde se esconden: carnes y lácteos.

Por qué siguen en uso: los antibióticos se usan en las granjas de producción intensiva para prevenir infecciones en el ganado (es decir, se administran regularmente a animales que no están enfermos).

Riesgos para la salud: el problema de dar antibióticos a animales que no los necesitan es que se matan a las bacterias más débiles, creando así un medio ideal para que surjan bacterias resistentes a antibióticos. De esta manera se generan agentes patógenos que pueden causar infecciones difíciles de tratar.

Evítalos: si consumes productos animales, asegúrate que sean de origen biológico o de pastura libre.

 

Edulcorantes artificiales

Ingredientes: jarabe de maíz con alta fructosa, aspartamo (NutraSweet), sucralosa (Splenda)

Dónde se esconden: su uso es muy amplio, y realmente se “esconden” en muchísimos productos – no solamente en dulces sino también en salsas, aderezos, galletas saladas, etc.

Por qué siguen en uso: en los últimos años la tendencia en la industria ha sido a bajar la cantidad de grasa de los productos. Pero al bajar la grasa se pierde sabor, y muchas compañías deciden aumentar los azúcares para compensar.

Riesgos para la salud: el azúcar en sí es asociada a muchísimas enfermedades, desde la hiperactividad hasta la inflamación y la diabetes. Sin embargo, investigaciones muestran que los substitutos tienen aún peores consecuencias. Por ejemplo, el jarabe de maíz es una de las principales causas del hígado graso, y el aspartamo contiene metanol, que aumenta los riesgos de migraña y depresión.

Evítalos: lamentablemente existen más de 50 nombres distintos para los sustitutos del azúcar. Un buen lugar para comenzar es leer la lista de ingredientes y asegurarnos que por lo menos el aspartamo, la sucralosa y el jarabe de maíz no están presentes.

 

Aditivos: MSG

Ingredientes: glutamato monosódico (MSG)

Dónde se esconde: en la mayoría de las comidas envasadas y procesadas.

Por qué sigue en uso: MSG estimula las papilas gustativas, haciendo que la comida procesada (que por lo general tiene poco sabor) se vuelva más interesante para nuestro paladar. Y por lo tanto, haciéndonos querer comer más.

Riesgos para la salud: los riesgos más conocidos son el aumento de la presión sanguínea, dolor en las articulaciones, diarrea, ansiedad, migraña, e incluso daños cerebrales.

Evítalo: es algo difícil, pues el MSG a veces se declara con otros nombres, y la lista supera a los 30. Busca en los ingredientes MSG o ácido glutámico, glutamato, carragenina, maíz hidrolizado.

 

Aceites bromados

Ingredientes: aceite vegetal bromado (BVO)

Dónde se esconden: en bebidas deportivas y sodas de sabor cítrico (atención: también hay harinas bromadas, y por eso te conviene controlar también panes y masas).

Por qué siguen en uso: el aceite bromado es un emulsionante, que evita que los contenidos de la bebida se separen y suban a la superficie.

Riesgos para la salud: los aceites bromados han sido relacionados a problemas de tiroides, enfermedades auto inmunes y cáncer.

Evítalos: lee atentamente las etiquetas y descarta los productos bromados.

 

Aceites hidrogenados

Dónde se esconden: en pasteles, galletas, donas, comidas congeladas, papas fritas, margarinas.

Por qué siguen en uso: cuando el aceite vegetal se combina con el hidrógeno en un proceso industrial, el producto resultante tiene gran estabilidad. Es decir, los alimentos que contienen aceites hidrogenados tienen una vida útil muy larga, y los supermercados no tienen que preocuparse porque no se vendan rápidamente.

Riesgos para la salud: los aceites hidrogenados son también conocidos como las grasas trans, y se trata del primer factor contribuyente a arterias bloqueadas y ataques al corazón.

Evítalos: no es fácil, pues en algunos países si los alimentos contienen menos de 0.5 gramos de aceites hidrogenados, pueden decir “sin grasas trans” en sus etiquetas. Si el producto que quieres comprar contiene aceites parcialmente hidrogenados o shortening, déjalo.

 

Alimentos Transgénicos

Ingredientes: organismos alterados genéticamente.

Dónde se esconden: las cosechas más comunes son el maíz, la canola, la soja, la papaya y las remolachas.

Por qué siguen en uso: para aumentar la productividad y la resistencia a las pestes, y para crear variaciones más dulces de vegetales que consumimos.

Riesgos para la salud: los transgénicos son creaciones relativamente nuevas, y conllevan muchos desafíos. El principal problema es que todavía no está claro cuáles son los riesgos a largo plazo de consumir estos productos, pues no hay estudios conclusivos. Las investigaciones independientes que se han realizado indican que los transgénicos pueden influir en la fertilidad, en el sistema auto inmune, desregular la insulina y alterar el balance gastro intestinal. Es decir, los riesgos de consumirlos superan los posibles beneficios. Por eso y hasta que no se pueda garantizar 100% su seguridad, es preferible dejarlos de lado.

Evítalos: en muchos países los transgénicos no se declaran en las etiquetas. Si los quieres evitar, lo mejor es consumir alimentos orgánicos, o buscar un sello de garantía de agricultura natural o biológica.

 

¡Recuerda!

Es normal sentirse agobiada con tanta información, especialmente cuando quieres hacer cambios positivos en tu dieta y no sabes por dónde empezar. Date tiempo para leer esta lista varias veces con tranquilidad, imprímela si quieres y comparte este artículo con tus seres queridos.

Comienza a leer las etiquetas de los productos y a familiarizarte con los nombres de los ingredientes. Independientemente del país donde vivas, siempre hay opciones naturales en el mercado de verduras o en los supermercados… tal vez al principio tengas que jugar a los detectives hasta encontrarlos. ¡No te desanimes! Tu salud física y emocional te lo agradecerán.

 

¿Detox o dieta? Reconoce la diferencia

Existen distintos motivos por los cuales una mujer quiere hacer un detox. A veces es simplemente para sentirse mejor, tener más energía y ponerse en contacto con las sensaciones del cuerpo. Otras veces el foco es la sanación, intentar eliminar una alergia o buscar alivio en el padecimiento de una enfermedad. Y otras veces es desintoxicar al cuerpo de patógenos, químicos y otras sustancias que se van acumulando en nuestro órganos a lo largo de nuestra vida.

Pero ¿qué ocurre cuando el foco es perder peso? Si hacemos un detox, ¿significa que automáticamente estaremos bajando unos kilos? ¿Y cómo saber si lo que estamos haciendo es realmente un detox, o si se trata de una dieta disfrazada de detox para engancharnos?

Para que puedas evaluar mejor a la hora de elegir un programa que se ajuste a tus necesidades, vamos a enseñarte cuáles son las principales diferencias entre dieta y detox.

Como tal vez ya sepas, la palabra “dieta” tiene muchas acepciones, que van desde “estilo de vida” a “restricción de alimentos”. En este caso, estamos haciendo referencia a las dietas restrictivas, que son dietas hipocalóricas.
El foco de esas dietas es perder peso, normalmente en un período de tiempo bastante intensivo (desde 7 a 21 días). El motivo por el cual estas dietas duran tan poco es porque para tu cuerpo puede ser fácil perder unos kilos en pocos días, pero es muy difícil mantener ese nivel de nutrición bajo y de pérdida de peso a largo plazo. Por eso la mayoría de las mujeres que hace dieta logra el resultado inicial, pero no logra el beneficio a largo plazo.

Además, en el caso de las dietas hipocalóricas, la restricción de alimentos tiende a ser completamente arbitraria: por ejemplo, comer solamente cítricos, eliminar completamente ciertos grupos alimenticios (todos los carbohidratos, proteínas animales) sin ofrecer gran explicación científica de por qué (¡cuidado! Muchas veces las explicaciones parecen científicas, pero no tienen una base medicinal real).
Por lo general, se pide que se acompañe la dieta con un plan de ejercicio intensivo, que normalmente lleva a un estado de shock metabólico. Este shock hará que bajemos de peso las primeras semanas, pero evitará que sigamos bajando de peso pasados esos 15-20 días del plan, o nos llevará a tener atracones y problemas emocionales con la comida.

Los programas detox son muy distintos en su enfoque. Ellos no tienen por qué ser hipo calóricos, pues bajar de peso no es su motivo fundamental. El foco del detox no es caber nuevamente en el viejo par de jeans, sino eliminar fuentes de inflamación de nuestros tejidos y órganos vitales. Estas sustancias nocivas provienen de toxinas medioambientales y de productos que consumimos (antibióticos, lociones, maquillaje, comida), y se acumulan en nuestro cuerpo con el paso del tiempo. Para restaurar el balance, las dietas detox sí tienden a darle un respiro al sistema digestivo, ya sea a través de la incorporación de batidos, jugos y tés, por lo menos por la mañana, pues así se facilita el trabajo del hígado y los riñones, y se estimula la eliminación.
Muchas veces es éste el motivo de la pérdida de peso durante la desintoxicación, y no necesariamente la falta de calorías o la eliminación del almuerzo y/o cena.

Los programas detox pueden exigir restricciones a nivel de grupos alimenticios, pero no lo hacen de manera caprichosa. Lo que se busca es remover solamente ingredientes problemáticos: azúcares simples, carbohidratos simples, bebidas alcohólicas, y alimentos que puedan generar reacciones alérgicas o estén relacionados a inflamación celular. Por eso también sentimos que nos “deshinchamos” cuando hacemos estos protocolos.
Una vez que el programa detox llega a su fin, se tiene extremo cuidado en la re introducción de los alimentos, pues en esta fase se evidencias las alergias y las posibles sensibilidades. Los programas detox bien hechos darán instrucciones precisas sobre cómo y cuándo re incorporar alimentos a nuestra vida diaria.

Finalmente, un programa detox bien hecho se debe realizar con un profesional capacitado y en consulta con nuestro médico, al menos para realizar análisis de sangre y estudios preliminares. El motivo es justamente el bienestar, la salud y la eliminación de sustancias nocivas de nuestro cuerpo, lo cual sólo se puede hacer de manera controlada.

Por eso es fundamental hacernos las siguientes preguntas al querer comenzar un programa:
¿Cuál es mi meta principal?
¿qué estoy dispuesta a hacer para alcanzar esa meta?
¿estoy dispuesta a comprometer mi salud, o estoy dispuesta a comprometer mis hábitos para ganar salud?
¿cuál es el aval médico del programa que estoy considerando?
¿tiene contraindicaciones, o no las mencionan?
¿tengo problemas de salud, estoy bajo supervisión médica?
¿necesito comprar suplementos e invertir mucho dinero en productos para realizar esta dieta?
¿me están tratando de vender lo que yo quiero oír, o me están ofreciendo una oportunidad de reconectarme con mi cuerpo?

A partir de estas preguntas y de las consideraciones anteriores, estarás en grado de seleccionar un programa de salud que se adapte a tus necesidades.

 

Errores alimenticios

¡Tienes que terminar el plato! ¡No puedes comer el postre si no tocas la lechuga! ¿Te suenan estas frases?

Todas las mamás queremos que nuestros hijos crezcan bien, sanos y fuertes, y que su alimentación sea no solo nutritiva sino también balanceada. Pero en la práctica las cosas no son tan fáciles: tenemos horarios conflictivos, a los chicos no les gusta lo que preparamos, o el presupesto familiar no alcanza para darse grandes lujos en la mesa.

Las dificultades son varias. Por eso es importante tener claro cuáles son nuestras responsabilidades a la hora de alimentar a nuestros hijos, e identificar los errores más comunes que podemos cometer, a fin de evitarlos dentro de lo posible.

Recordemos que nuestra premisa básica es que los padres somos responsables por qué comer, cuándo y dónde. Nuestros hijos son responsables por cuánto comen, y si es que deciden comer.

Hoy vamos a explorar las principales áreas en las que los padres fallamos a la hora de alimentar a nuestros hijos. Estas incluyen errores en qué comer, en cuándo comer, y en dónde comer.

dieta

Errores en qué comer: 

– Falta de planeamiento y desorganización: es tal vez el error más común, pues sólo podemos poner en la mesa lo que tengamos cocinado o para cocinar. La buena nutrición comienza por planear la compra y el menú de la semana, aunque sólo sea a grandes rasgos. De lo contrario terminaremos comiendo pizza y hamburguesas  varias veces por semana.

– Ofrecer comida no adecuada para la edad del niño: de la misma forma que no le ofreceríamos un churrasco a un bebé de dos meses porque sabemos que no puede comerlo, debemos informarnos sobre las distintas fases de desarrollo en torno a la alimentación que influyen a los niños más grandes. Hay distintas edades para introducir distintos sabores. Ofrecer espárragos y escarola no es ideal, por más nutrientes que tengan.

– Ofrecer demasiadas comidas “para niños”: me refiero específicamente a comidas con azúcar. Si bien es cierto que los niños tienen preferencia por la comida dulzona, existen muchas alternativas naturales que no requieren agregar azúcar (zanahorias, remolacha, arvejas) y que satisfacen esa necesidad del niño.

– Ofrecer comida que no es rica o no está debidamente sazonada: a veces, cuando intentamos cambiar el menú y comenzar a comer más sano, se nos va un poco la mano y nos olvidamos que para un niño el sabor es fundamental. Por ejemplo, función del aceite y la manteca es ayudar a realzar el sabor natural de las verduras, y le proporcionan una calidad resbaladiza a las comidas que ayuda a la hora de masticar y tragar. ¡No caigamos en la trampa de ofrecer comida nutricionalmente superior pero amarga, desabrida o aburrida!

– Prohibir alimentos: en especial debemos hacer un esfuerzo por mantener los postres, los dulces y las papitas chips. Sí, es preferible que los niños se expongan a esas comidas con moderación a que se las prohibamos. Hagamos el esfuerzo de dar postre al menos una vez al día, y de dejarlos que coman papitas al menos un par de veces por semana. La moderación es fundamental.

– Olvidarnos de dar el ejemplo: si cocinamos pasta integral con berenjenas para los chicos pero nosotros no la comemos, y si vamos a un restaurant y pedimos verdura para ellos y pizza para nosotros, tenemos que revaluar nuestra estrategia alimenticia. No podemos pedir lo que no damos.

 

Errores en cuándo comer:

– Ofrecer comida constantemente: si ofrecemos desayuno, almuerzo y cena, más dos meriendas al día, es prácticamente imposible que nuestros hijos estén mal nutridos y se mueran de hambre. Tenemos que perderle el miedo a decir que “no” fuera de estos horarios: si nuestro hijo no comió durante el almuerzo y media hora más tarde implora que tiene hambre, no tenemos por qué ceder frente a su petición. Falta muy poquito para la hora de la merienda, y ya comerá con más ganas. Más que ofrecerles comida a destiempo, es preferible que nos concentremos en comprender los motivos por los cuales nuestros hijos están pidiendo comida (¿aburrimiento?) o creen que necesitan comer nuevamente (¿ansiedad?). Si a pesar de mantener los 5 horarios nuestros hijos continúan pidiendo comida en otras oportunidades, sugiero evaluar la situación con ayuda profesional.

 

Errores en dónde comer:

– Ofrecer comida en lugares y situaciones en las que la comida no pertenece: el auto, el sofá de la sala y el escritorio de los deberes no tienen por qué tener manchas de mayonesa. Como padres, tenemos que tomar una decisión consciente sobre dónde vamos a permitir que nuestros hijos coman, y por qué. Y como siempre, dar el ejemplo es fundamental: si no queremos que nuestros hijos coman papitas frente al televisor, tenemos que dejar de hacerlo…

 

Finalmente, me gustaría recordarles que aparte de qué comer, cuándo comer y dónde comer, la Psicología de la Nutrición también reconoce que hay toda una gama de fallas en torno a la alimentación que ocurren dentro el campo emocional. Por su importancia las vamos a explorar por separado con el grado de atención y detalle que se merecen.

 

 

Dieta sana o desorden alimenticio

La mayoría de nosotras queremos comer de forma saludable y balanceada, y es entendible que hagamos un esfuerzo por alimentarnos de la mejor manera. Como lamentablemente en los últimos años hemos visto un gran incremento en productos alimenticios procesados, y cada vez sabemos más de la relación entre enfermedad y cierto tipo de sustancias químicas en nuestro cuerpo, es entendible que queramos evitar comerlos. Por eso cada vez son más las mujeres que eligen comer frutas y verduras orgánicas, evitar las carnes con hormonas, y llenar la despensa con alimentos de calidad y de origen controlado.

Este interés en cuidar de nuestro cuerpo y de nuestra salud es positivo, siempre y cuando sea eso: un interés y no una obsesión. En nuestra praxis vemos a muchas mujeres que se preocupan excesivamente por “comer limpio”, al punto de negarse a cenar en casa de amigos cuyos hábitos alimenticios no sean los mismos, o al punto de llevar su propia comida a todos lados. Y si se encuentran en situaciones en las que se sienten obligadas a comer (por ejemplo, un almuerzo en el trabajo), sienten luego una gran culpa por haber consumido alimentos “malos” o “nocivos”.

¿Qué hacer? ¿Cómo saber si estamos frente a un interés por mejorar nuestra dieta, o si estamos cayendo en una ortorexia u otro tipo de desorden alimenticio? Tal vez la forma más fácil de responder esta pregunta sea utilizando la regla del 80/20: en el marco de una dieta saludable, una persona comerá el 80% de veces comida sana, y el 20% restante consumirá productos alimenticios de calidad inferior. Es decir, si nos alimentamos sanamente de forma regular, siempre existe un margen que nos permite hacer una excepción – por ejemplo, comer dulces durante una celebración de cumpleaños, almorzar en una cadena de comidas rápidas con nuestros colegas, cenar tarde en un restaurant con nuestra pareja -.

La clave aquí es la flexibilidad, puesto que cuando alguien padece un desorden alimenticio sus conductas tienden a volverse rígidas, y esa zona de 20% de flexibilidad tiende a desaparecer. Entonces la persona se aísla en su alimentación, prefiere no asistir al cumpleaños que comer la torta, o no comer nada en la cadena de comidas rápidas aunque se esté literalmente cayendo de hambre. Por el contrario, una persona con conductas alimenticias sanas no siente gran culpa o ansiedad, puesto que sabe que esta comida de baja calidad es una excepción en su dieta, es parte de ese 20%, y al día siguiente (o a las pocas horas) ella retomará su 80% habitual.

Como ejercicio, te proponemos hacer una lista mental de lo que has comido en los últimos 5 días. ¿Puedes ver una relación de 80-20 en tu dieta? ¿Cómo te sientes cuando comes comida de “baja calidad? ¿Desarrollas algún tipo de actividad compensatoria (hacer más ejercicio, ayunar) para quitarte la culpa? Es a partir de estas pautas que puedes establecer cómo te relacionas con la comida, y buscar ayuda si consideras que estás cayendo en conductas problemáticas.

 

Cómo superar la alimentación desordenada

Seguramente ya reconoces lo que te ocurre: sientes que tu dieta está fuera de control, cuentas calorías y gramos de grasa, tienes miedo a pesarte, tal vez te saltees el almuerzo, comas mucho luego de la cena o estés usando algún producto laxante. Pero ¿cómo solucionar esta situación? ¿Es posible recuperarse de la alimentación desordenada? En este artículo te ayudamos a dar los primeros pasos para salir adelante.

1. identifica tus fuentes de estrés

Recuerda que los desórdenes alimenticios están formados por la genética, influidos por nuestro entorno, y más que nada activados por una situación de estrés.
La mayoría de las personas tendemos a comer mucho menos (se nos cierra el apetito) o mucho más durante una fase difícil de nuestra vida.
Por eso es fundamental que identifiques las principales fuentes de estrés que te afectan, especialmente si has comenzado a experimentar una relación distorsionada con la alimentación.

Pregúntate: ¿qué está ocurriendo en mi vida? Tal vez haya habido un divorcio, un distanciamiento con un amigo, una situación tensa en la familia o en el trabajo.
¿qué mecanismos estoy utilizando para manejar ese estrés? Lo más probable es que la comida sea el principal de ellos. Pero existen alternativas positivas que puedes explorar, como ser: masaje, caminatas en la naturaleza, hacer arte, yoga, baile, meditación, etc.

2. Busca el apoyo de tus seres queridos

Los desórdenes alimenticios se nutren de reglas rígidas y del aislamiento.
Cuando tenemos conductas destructivas en torno a la alimentación, tendemos a sentir vergüenza y a aislarnos de los demás. De la misma manera, si nuestras reglas alimenticias son muy rígidas, evitamos situaciones sociales en las cuales no podemos controlar lo que comemos, y nos aislamos cada vez más.

Por eso es fundamental que no te cierres y busques activamente el contacto social, aunque te cueste (¡no solamente las redes sociales, sino el contacto cara a cara!).
Si te animas, cuéntales a tus seres queridos cómo te sientes y lo que te está pasando en relación a la comida.
Si no, busca el apoyo de un profesional y habla con ella/él del tema alimentación… pero no descuides tus vínculos afectivos. Los necesitas.

3. Observa tus hábitos alimenticios

Uno de los sentimientos más angustiantes de la alimentación desordenada es, justamente, sentir que todo es un desorden!!! Nuestros hábitos alimenticios parecen estar fuera de control, y nos parece que la situación nos domina.

Por eso es muy importante comenzar a observar nuestros hábitos alimenticios, ya sea haciendo un diario íntimo u otro sistema similar de monitoreo (puedes usar tu teléfono móvil para hacer una breve anotación cada vez que comes, por ejemplo).

Observa cuándo tienes hambre, cuándo comes, qué es lo que comes, dónde y cómo comes (rápido, lento, parada…), si comes sola, en compañía… si eres honesta contigo misma en tu diario, vas a ver que existe un patrón.
Tal vez tengas atracones sólo por la noche, sólo comas de más cuando visitas a tu mamá, o hagas purga después de pesarte. Lo fundamental aquí es descubrir cuáles son tus hábitos, y reconocer tus patrones de comportamiento. Darnos cuenta de lo que hacemos es el primer paso para cambiarlo.

4. Sana tu trauma nutricional

Cuando pasamos por un desorden alimenticio estamos poniendo a nuestro cuerpo en una situación de trauma nutricional. Las dietas de restricción, los laxantes, el ejercicio exagerado y los atracones llevan a nuestro organismo a una situación de desbalance – y como consecuencia, sufrimos desequilibrio en nuestros sistemas hormonales, nervioso etc.

Para recuperarnos hay tres estrategias básicas que debemos seguir: realizar un plan de comida (preferentemente con la ayuda de un profesional capacitado), no saltearnos nunca el desayuno, y comer en intervalos regulares de no más de 3 horas, aunque no tengamos mucho hambre.

5. No te saltees nunca el desayuno

Ya sé que te lo acabamos de decir, pero vale la pena repetirlo… el desayuno ayuda a nuestro organismo a regular su metabolismo, estabiliza los niveles de azúcar en la sangre y nos balancea el ritmo circadiano.
Asegúrate de desayunar siempre un carbohidrato complejo con una fuente de proteína – y a las tres horas come una pequeña merienda, aunque no te estés cayendo de hambre -. Estarás recuperando así un ritmo normal de comida y evitarás hambre extremo o atracones.

6. Aprende otras formas de regular tus emociones

Si nuestra relación con la comida es saludable, comemos cuando tenemos hambre físico y buscamos estrategias de regulación emocional cuando tenemos hambre por otra cosa.

Para recuperar este equilibrio perdido, comienza a incorporar en tu vida distintas fuentes de regulación de ansiedad y estrés. Ya te mencionamos el yoga y las caminatas, pero si necesitas algo aquí y ahora la mejor estrategia es la música. Si te sientes ansiosa, nerviosa, deprimida o cansada, pon tu tema favorito y si puedes…¡canta y baila! Es la forma más efectiva de regular tu hambre emocional.
Otra estrategia es verte con amigos, abrazar a tu mascota, darte un baño relajante… la idea es encontrar actividades con las que puedas regular tus emociones sin necesidad de pasar por la comida.

… y busca ayuda profesional

Todas las estrategias que te hemos mencionado no sustituyen el apoyo de un profesional capacitado. Los desórdenes alimenticios, clínicos o sub clínicos, son un tema serio, y requieren no sólo de tu voluntad para recuperarte sino del apoyo incondicional de tu entorno.
No dudes en pedir ayuda: por más vergüenza que te dé, vale la pena hacerlo y es la forma más segura de recuperarte. ¡Ánimo!