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La historia más triste

En los últimos días he recibido muchos correos preguntándome sobre los cursos que impartimos este año. Uno de los comentarios más frecuentes es que” el curso Transforma tus Pérdidas tal vez sea demasiado pesado o negativo, ¿sería posible que brindes algo más liviano o inspirador para empezar el año?”Comprendo el motivo del comentario – nadie quiere anotarse en una clase deprimente o que revuelva nuestras heridas. Pero Transforma tus Pérdidas no es eso, sino todo lo contrario. Es un curso muy positivo, y si me regalas un par de minutos ahora te cuento por qué. No es una historia que yo comparta frecuentemente…

La foto que estás viendo aquí arriba fue tomada un enero hace mucho tiempo, en el día de mi cumpleaños. Yo cumplía 10 años, y la niña que ves en mis brazos era mi hermanita Isabel de 2 años. Como éramos una familia grande, yo ayudaba mucho a cuidarla y nos teníamos gran afecto, creo que se puede ver claramente en nuestros gestos.
Pues bien, dos meses luego de tomar esa foto mi hermana Isabel estaba muerta. No sólo eso: fui yo quien la encontró sin vida, un hecho que me marcó para siempre.

Eran los años 80, por aquellas épocas no había gran conocimiento de la psicología del trauma, y lógicamente la atención de mi familia fue en torno a su fallecimiento; es decir, a nadie se le ocurrió que yo estuviese traumatizada. Ya bastante tenían mis parientes con intentar salir adelante después de esta tragedia. Para mí, sin embargo, todo esto tuvo consecuencias devastadoras: comencé con conductas compulsivas (me lavaba las manos cada cinco minutos), mutismo selectivo (que fue interpretado como timidez adolescente) y episodios de ansiedad. 
Como además mi madre estaba sumida en una depresión, nadie supo acompañar este proceso, un espiral que continuó más adelante con desórdenes alimenticios (que tampoco nadie notó) hasta mis 20 años. De todo esto me di cuenta más adelante, porque cuando vives algo así y no tienes apoyo psicológico, no eres consciente del impacto que tiene sobre ti.

No te cuento esto para decirte lo triste que fue mi vida, sino todo lo contrario: cuando finalmente tuve las herramientas para trabajar ese trauma, las dificultades que estaba experimentando comenzaron a disolverse y mi vida cambió. Fue un proceso largo, a través del cual aprendí muchísimo sobre mí misma, sobre las culpas y miedos que estaba acarreando sobre mis pequeños hombros, sobre la importancia del auto cuidado y de la auto compasión. Aprendí además que esa historia tan triste era en realidad mi super poder: ahora yo sabía lo que era tocar fondo, pero también había aprendido cómo volar alto con mis propias alas. Y a partir de ahora podía despegar vuelo.

Años más tarde me especialicé en Psicología de la Nutrición, y profundicé mis conocimientos en la relación entre ansiedad, sobrepeso, alimentación desordenada, traumas y pérdidas. Lo más interesante era que, cuantas más clientas veía, más me daba cuenta de que muchas de sus problemáticas tenían raíces en situaciones de pérdidas.
Tal vez ellas no habían experimentado algo tan extremo como yo, claro, pero sí se habían expuesto a vivencias que todavía las afectaban y ellas ni siquiera se daban cuenta. 
Mis clientas no lograban ver la relación entre estos hechos y su bienestar actual, su sobrepeso, su ansiedad… es más, muchas veces yo sólo me enteraba de esas pérdidas luego de meses de trabajar juntas. Un desengaño de pareja, una madre deprimida, un padre ausente, un aborto, la ruina económica, la adicción de un ser querido, un cáncer de mama, un hijo con autismo, emigrar de su país… 

las pérdidas, por más pequeñas que sean, necesitan ser reconocidas y trabajadas. Este proceso no tiene por qué ser agobiante ni pesado: es más, si es guiado correctamente
sé que puede ser una experiencia positiva y enriquecedora. 

Si sigues mi trabajo ya sabes que hago todo con mucho afecto, con honestidad y con gran compasión. Ese es mi estilo. No podemos sanar una herida si le seguimos poniendo sal… el super poder para sanar las heridas es atenderlas con cariño, con cuidado y con respeto. Por eso he diseñado un curso en el cual, a lo largo de seis módulos, trabajamos positivamente nuestras pérdidas. Para que se conviertan en tu super poder y tú también despegues vuelo. 

El nuevo curso inicia este viernes 8. El miércoles 6 estaré contestando tus preguntas por Zoom – si tienes dudas sobre el contenido, si quieres saber si este curso es adecuado para ti o si sólo quieres compartir algo conmigo, simplemente déjame unas palabras aquí debajo. Siempre leo todos tus mensajes y valoro mucho tus comentarios. 

La primera dieta

Para quienes tenemos hijas, existen momentos que definen nuestra maternidad: la primera vez que dicen “mamá”, el primer diente de leche caído y, más adelante, el primer día de escuela. A medida que las niñas crecen y que se aventuran en el mundo de la adolescencia, llegan también otras “primeras veces” que nos causan más ansiedad y algo de miedo: la primer discusión grande con lágrimas y portazos, la primera salida sin un adulto acompañante, y tal vez el primer noviecito.

Como madres responsables, tratamos de aprender distintas formas positivas de navegar estas situaciones. Especialmente nos preocupamos del tema sexualidad, de la influencia del alcohol y las drogas, y del fluctuante rendimiento escolar.

Hoy me gustaría introducir otra primera vez que a muchas mamás se nos pasa por alto: la primera dieta.

Para la mayoría de nuestras hijas, la adolescencia es un período de cambio acelerado, que en muchos aspectos implica re descubrirse y re dibujar su existencia. El cuerpo cambia y comienza a regirse por los ciclos hormonales, que traen consigo no sólo la aparición del período menstrual sino también las curvas femeninas.

Esta nueva imagen sinuosa es recibida con mucha ambivalencia: por un lado nuestras hijas quieren explorar lo que significa ser mujer, y por otro lado le temen al poder de la sexualidad y de lo femenino. Es por eso que las vemos un minuto maquillándose frente al espejo, y al momento siguiente abrazando a su osito de peluche tiradas en el sofá.

Semejante tipo de reacción es comprensible, puesto que a nivel social los mensajes que enviamos a nuestras hijas son muy contradictorios. Si bien nosotras las alentamos y les decimos que pueden estudiar lo que quieran, que no necesitan casarse o tener hijos y que son hermosas con el cuerpo que ya tienen, existen muchos otros mensajes que tal vez no verbalizamos pero que se los damos con nuestro ejemplo.

Nuestras hijas perciben mucho más que nuestro discurso oral: ellas ya están acostumbradas desde niñas a oir los desafíos que nosotras mismas tenemos con el rol de lo femenino, y especialmente con nuestra propia imagen. Durante años han notado cuando le decimos a una amiga que ya no cabemos en los jeans, cuando servimos postre a toda la familia pero nosotras no lo comemos, cuando vamos a la playa y ocultamos nuestra figura debajo del pareo. Todos esos elementos son absorbidos en silencio y, llegada la adolescencia, nuestras hijas se inician también en ese mismo campo conflictivo.

Por eso, para muchas jóvenes, el rito de pasaje femenino por excelencia es la primera dieta: es señal de que su cuerpo está cambiando, que ya no tienen el físico de una niña y que su sexualidad ya se insinúa. A veces, las mamás incluso promovemos esa primer conducta alimenticia distorsionada. Tal vez porque pensamos que nuestra hija está un poco redondita y le queremos hacer un favor, pero por lo general estamos haciendo más mal que bien. Queremos que nuestras hijas se ahorren desde ya todos los problemas que nosotras hemos tenido con nuestro propio cuerpo, y proyectamos nuestros miedos y nuestros desafíos propios en su relación con la comida.

Es importante comprender que una dieta no es una solución, sino que se trata del primer comportamiento problemático en torno a la alimentación. Estudio tras estudio demuestra que las dietas no causan desórdenes alimenticios, pero que todas las mujeres que padecen de alimentación desordenada han hecho dieta.

Como profesional, no me canso de decirle a las mamás que ellas no les comprarían cigarrillos ni vodka a sus hijas, ni les prestarían el auto a una niña de 13 años; pero si la hija les dice que quiere hacer dieta, inmediatamente salen al supermercado a comprar comida “más sana” y comienzan a contar las calorías.

Es aquí donde me gustaría sugerir una ruta alternativa para todas las mamás preocupadas: no nos centremos en el peso ni en la imagen de nuestras hijas, sino en su estado de salud. Si nuestras hijas tienen curvas pero buen nivel de energía, si no hay condiciones físicas apremiantes ni complicaciones digestivas o de otra naturaleza, no es necesario hacer dieta. Y si existen enfermedades o síntomas problemáticos, entonces lo fundamental es hablar con un profesional capacitado que nos ayude a crear una alimentación saludable y balanceada, pero no restrictiva.

Crecer es difícil, tanto para las niñas como para las mamás, pues ambas estamos aprendiendo a navegar los cambios en nuestros cuerpos y en nuestras psiquis. Cuando decidimos hacerlo con una actitud positiva, centrándonos en cómo nos sentimos y en lo que nuestro cuerpo puede hacer en vez de en cómo se ve para los demás, entonces ya estamos dando juntas el primer paso saludable en esta jornada de descubrimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando las dietas no sirven

 

Las mujeres vivimos expuestas a mensajes negativos respecto a la comida y el peso. Fotos retocadas, roles estereotipados e imágenes de perfección inalcanzables nos hacen sentir inadecuadas con respecto a nuestro cuerpo.
Somos sensibles y sufrimos por la presión de estar flacas. Pero si intentamos bajar de peso y no lo logramos sufrimos aún más, porque mucha gente piensa que “las rellenitas” están así porque no tienen ni fuerza de voluntad ni autocontrol.

Las que somos mamás nos estresamos el doble: somos responsables por la salud de nuestros hijos, y es frecuente que recibamos mensajes contradictorios que nos desorientan aún más: ¿hay que comer carne o hace mal? ¿es buena la soja? ¿los carbohidratos son necesarios?

Por otro lado, los seres humanos vivimos más años pero padecemos más enfermedades. Especialmente de carácter crónico, como diabetes y distintos tipos de cáncer.

El campo de la nutrición comenzó a reflejar esta preocupación.

La Psicología de la Nutrición es un área relativamente nueva, que está a la vanguardia de las herramientas y protocolos para trabajar de manera positiva y efectiva los problemas de peso, imagen corporal, atracones y compulsiones. Su enfoque innovador permite mejorar (e incluso sanar) una amplia variedad de problemas de salud relacionados a la nutrición, como ser la digestión, la fatiga, el estado de ánimo, y la baja inmunidad.

El surgimiento de esta disciplina era necesario. Desde los años 70 han habido grandes cambios en la forma en que concebimos la alimentación: el movimiento hippie, por ejemplo, promovió un acercamiento a la naturaleza y sistemas de nutrición basados en la no-violencia, como ser el vegetarianismo y el veganismo.
Con la llegada de los 80 y la invasión de sustancias sintéticas en la industria alimenticia (edulcorantes, conservantes, etc), varias escuelas de nutrición clásicas y naturales recobraron importancia, especialmente el movimiento Macrobiótico.

A partir de los 90 se produjo un gran “quiebre”: ya no podíamos ignorar las estadísticas que confirmaban que nuestras pancitas seguían en expansión.
En Europa surge el movimiento de comida lento (Slow food) y las prácticas de agricultura biológica ganan terreno. En Estados Unidos, país particularmente conocido por los excesos, el movimiento de salud holística cobra gran importancia y la escuela de nutrición más grande del mundo (IIN, ubicada en Nueva York) promueve este enfoque.

La concepción holística considera que el ser humano es una unidad: cuerpo, mente, y estados emocionales forman un todo e interactúan entre sí. Desde esta perspectiva, la salud y la enfermedad no tienen simplemente una base en el cuerpo físico, sino que también se relacionan con lo que la persona vive, piensa y siente. Por eso es que la alimentación holística insiste en que no hay una dieta única que sirva para todo el mundo: por el concepto de bio individualidad, la alimentación perfecta para una persona dependerá no sólo de su sexo, edad, grupo sanguíneo y nivel de actividad física, sino también de su procedencia y estado anímico.
En definitiva, lo que cura a una persona puede generar enfermedad a otra, pues cada individuo tiene una relación única, íntima y cambiante con su alimentación.

Los conceptos de salud holística y bio individualidad son parte de la base de la Psicología de la Nutrición. Este es un campo de estudio relativamente reciente pero que cada vez atrae a más profesionales, pues los resultados están a la vista. ¿Quién no ha ido a consultar a un dietista o nutricionista y, a pesar de haber recibido de ellos una dieta balanceada, no es capaz de bajar de peso? ¿Quién no ha perdido peso con una dieta milagrosa y, tres meses después, siente que nuevamente le explota el botón del pantalón? ¿Y los atracones de helado o galletitas después de la cena? Efectivamente, hay un gran campo de trabajo para esta nueva asignatura.

Creencias tóxicas en torno a la nutrición

Gran parte del fracaso está relacionado con ideas fijas sobre cómo funciona nuestro cuerpo en relación a la comida y el ejercicio. Ideas que tomamos como “dogmas” o verdades absolutas, cuando en realidad no lo son. La Psicología de la Nutrición se refiere a ellas como “creencias tóxicas”, porque definen nuestras emociones y nuestro comportamiento en torno a la comida de forma muy negativa.

Algunas de las más comunes:

¡Existe una dieta perfecta, y cuando yo la encuentre voy a estar regia por el resto de mi vida!
Esta es la creencia que más vemos en nuestra praxis: clientas que vienen a vernos para recibir un plan de comida estricto, una lista de alimentos permitidos y otra de alimentos prohibidos. La idea es que esa bendita dieta nos hará felices, sanos, delgados y (¿por qué no?) vivir para siempre, o al menos por muchísimos años.
El problema de esta creencia es que en este mundo nada ni nadie es perfecto, y cuando nos aferramos a un plan de comida estricto, tarde o temprano lo incumplimos. Y eso termina mal, pues la reacción psicológica más común en este caso es sentirse como un fracaso, auto rechazarse y atacarse, e incluso caer en pequeños pozos depresivos. Y por supuesto, ganar más peso.

Si tengo hambre, lo ignoro. El hambre es mi enemigo
Muchas mujeres viven en un estado constante de miedo a sentir hambre. Creen que sentir hambre es síntoma de flaqueza y que, si sucumben al apetito, se van a comer todo lo que hay en la alacena. Entonces comienzan a ignorar su hambre, y poco a poco se disocian de lo que su propio cuerpo siente.
Pero pensemos por un momento la locura biológica de esta creencia: todos los seres humanos necesitamos alimentarnos, el hambre es la reacción física que asegura que nos mantengamos vivos.
Si a nivel psicológico, creemos que tenemos que ignorar al hambre mientras el estómago nos pide comida, lo que estamos haciendo es crear una gran respuesta de estrés para nuestro organismo. Y el principal síntoma asociado a la respuesta de estrés es la alteración del metabolismo e inhibición de quema de calorías. Irónicamente, estamos logrando lo opuesto a lo que queremos: cada vez tendremos más hambre, comeremos menos, y no bajaremos ni medio kilo.

¡El día que la balanza diga que peso 56 kilos voy a ser feliz!
Con esta creencia estamos poniendo nuestro bienestar y nuestra felicidad en manos de una máquina que, dicho sea de paso, nada entiende de nuestro metabolismo ni de nuestras emociones, y por lo general está mal calibrada.
¿De dónde sale ese número mágico? ¿Por qué necesitamos alcanzarlo con tanto fervor? ¿Y si por el resto de nuestras vidas no llegáramos a ese numerito, abandonaríamos entonces la posibilidad de vivir felices?

La labor de un experto en Psicología de la Nutrición es ayudar a reconocer estas creencias tóxicas, y mostrar que para lo único que sirven es para quitarnos energía, perder tiempo y debilitar nuestra siquis.

A medida que nos liberamos de las trabas que nos atan en torno a la nutrición, nuestros desafíos de peso se van convirtiendo en un excelente punto de partida para explorar la relación que tenemos con nuestro cuerpo. Entonces es que logramos alcanzar nuestro punto de equilibrio, descubriendo nuevas oportunidades de crecimiento y superación personal.

 

Este artículo fue originalmente publicado en el suplemento “Ser Familia” del diario “El País”

Mujer, profesional, mamá…

 
¿Se puede ser buena madre, trabajar fuera de casa, tener una buena relación de pareja Y verse bien? ¿O es una ilusión? ¿Qué significa la felicidad, en nuestro cuerpo, en nuestra familia y en nuestro trabajo para la mujer moderna?

Estas son preguntas que recibimos constantemente en los mensajes de nuestras seguidoras. En este nuevo seminario queremos comenzar el diálogo y explorar las opciones que se nos presentan, sus raíces culturales, los mitos y las verdades en torno a lo Femenino.

 

 

¿Te ha gustado, has aprendido algo o considerado un factor que no tenías en cuenta sobre tu situación? Entonces déjanos por favor un comentario y tus sugerencias.

 

Elecciones Sanas: los No alimentos

En nuestra página nos concentramos normalmente en los factores psicológicos que influyen en nuestras conductas alimenticias. Cuerpo y psiquis están íntimamente relacionados, y muchas veces ocurre que cierto tipo de alimentos y cierto tipo de sustancias tienen efectos potentes en nuestro sistema – desde el cianuro al chocolate.

En el día de hoy queremos hablar de sustancias que están presentes en muchos productos alimenticios, pero que no deberían encontrarse allí. ¿Por qué? Porque tienen efectos negativos tanto para nuestro cuerpo como para nuestras emociones, generando desde enfermedades físicas hasta estados emocionales alterados (ansiedad, adicción, falta de concentración, por ejemplo).
Es decir, estos productos no deberían ser parte de tu estilo de vida, y si lo son, seguramente estés experimentando dificultades para dejar de consumirlos. Por eso te los queremos presentar.

Se trata de los llamados no-alimentos. En muchos países, especialmente de Europa y en Japón, dichos compuestos ya han sido prohibidos o tienen regulaciones de uso muy estrictas (por ejemplo, se pueden usar en lociones y perfumes pero no en productos digeribles).
Para ayudarte a identificarlos, hemos creado una lista de los Seis Grupos a los cuales les debes prestar especial atención y, de ser posible, evitar. También te ofrecemos una explicación de por qué son nocivos, en qué productos se encuentran, y cómo los puedes reconocer y eliminar de tu dieta.

Esperamos que en vez de sentirte agobiada, este artículo te ayude a convertirte en una consumidora más informada, aprendiendo a leer etiquetas y a seleccionar mejores opciones para ti y tu familia.

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Aditivos: colorantes

Colorantes: Azul 1 (también conocido como E133), Azul 2 (E132), Rojo 2, Rojo 3 (E127), Rojo 40 (E129), Amarillo 5 (Tartrazina o E102), y Amarillo 6 (E110).

Dónde se esconden: en pasteles, tortas, dulces, macarrones con queso, antibióticos, bebidas deportivas, sodas y quesos.

Por qué siguen en uso: antes de comer con la boca, comemos con la vista. Esto explica por qué el uso de los colorantes artificiales se ha quintuplicado desde 1955.

Riesgos para la salud: hace años, los colorantes provenían de fuentes naturales, como ser el azafrán y la cúrcuma. Pero actualmente la mayoría de los colorantes artificiales provienen del alquitrán de hulla (carbón), el cual también es usado para sellar productos y hacer brillar pisos.
Las investigaciones científicas han asociado los colorantes artificiales con alergias, hiperactividad, dificultades de aprendizaje, irritabilidad y agresión.

Evítalos: lee las etiquetas y búscalos en la lista de ingredientes.

 

Preservativos

Ingredientes: los antioxidantes sintéticos o butil-hidroxi-anisol E320 (BHA) y el butil-hidroxi-tolueno (también conocido como hidroxitolueno butilado o BHT). Propionato de calcio, pirofosfato ácido de sodio (E543), nitrato de sodio (E251), pirofosfato de calcio.

Dónde se esconden: comidas de repostería, snacks, comidas congeladas, carnes procesadas y embutidos.

Por qué siguen en uso: los preservativos y antioxidantes son compuestos que evitan que la comida se ponga rancia. Es decir, alargan la duración de los alimentos en el supermercado porque extienden su fecha de caducidad.

Riesgos para la salud: los nitratos y otros preservativos artificiales aumentan el riesgo a padecer de ciertos tipos de cáncer. BHA y BHT son derivados del petróleo (¡qué rico!).

Además, los niños que consumen muchos alimentos con preservativos tienden a padecer problemas de digestión y no absorben correctamente los nutrientes de la comida, pues los preservativos preservan al alimento incluso durante el proceso de digestión.

Evítalos: lee las etiquetas, especialmente si compras productos procesados o embutidos (y como habrás visto hasta ahora, desconfía de cualquier ingrediente que comience con E y tenga números…).

 

Hormonas

Ingredientes: hormonas sintéticas (rBGH y rBST)

Dónde se esconden: productos lácteos y sus derivados.

Por qué siguen en uso: estas hormonas se las inyectan a las vacas para incrementar la producción de leche.

Riesgos para la salud: las vacas inyectadas con hormonas sufren de infecciones a las ubres, infertilidad y dificultades para moverse. Y las personas que consumen la leche de estas vacas tienen niveles altos de IGF-1 (factor de crecimiento de insulina tipo 1), el cual ha sido relacionado al cáncer de colon, mama, y próstata.

Evítalos: si consumes lácteos, asegúrate que sean libres de hormonas y antibióticos. Tu mejor opción son los productos lácteos con sello de agricultura biológica.

 

Antibióticos

Dónde se esconden: carnes y lácteos.

Por qué siguen en uso: los antibióticos se usan en las granjas de producción intensiva para prevenir infecciones en el ganado (es decir, se administran regularmente a animales que no están enfermos).

Riesgos para la salud: el problema de dar antibióticos a animales que no los necesitan es que se matan a las bacterias más débiles, creando así un medio ideal para que surjan bacterias resistentes a antibióticos. De esta manera se generan agentes patógenos que pueden causar infecciones difíciles de tratar.

Evítalos: si consumes productos animales, asegúrate que sean de origen biológico o de pastura libre.

 

Edulcorantes artificiales

Ingredientes: jarabe de maíz con alta fructosa, aspartamo (NutraSweet), sucralosa (Splenda)

Dónde se esconden: su uso es muy amplio, y realmente se “esconden” en muchísimos productos – no solamente en dulces sino también en salsas, aderezos, galletas saladas, etc.

Por qué siguen en uso: en los últimos años la tendencia en la industria ha sido a bajar la cantidad de grasa de los productos. Pero al bajar la grasa se pierde sabor, y muchas compañías deciden aumentar los azúcares para compensar.

Riesgos para la salud: el azúcar en sí es asociada a muchísimas enfermedades, desde la hiperactividad hasta la inflamación y la diabetes. Sin embargo, investigaciones muestran que los substitutos tienen aún peores consecuencias. Por ejemplo, el jarabe de maíz es una de las principales causas del hígado graso, y el aspartamo contiene metanol, que aumenta los riesgos de migraña y depresión.

Evítalos: lamentablemente existen más de 50 nombres distintos para los sustitutos del azúcar. Un buen lugar para comenzar es leer la lista de ingredientes y asegurarnos que por lo menos el aspartamo, la sucralosa y el jarabe de maíz no están presentes.

 

Aditivos: MSG

Ingredientes: glutamato monosódico (MSG)

Dónde se esconde: en la mayoría de las comidas envasadas y procesadas.

Por qué sigue en uso: MSG estimula las papilas gustativas, haciendo que la comida procesada (que por lo general tiene poco sabor) se vuelva más interesante para nuestro paladar. Y por lo tanto, haciéndonos querer comer más.

Riesgos para la salud: los riesgos más conocidos son el aumento de la presión sanguínea, dolor en las articulaciones, diarrea, ansiedad, migraña, e incluso daños cerebrales.

Evítalo: es algo difícil, pues el MSG a veces se declara con otros nombres, y la lista supera a los 30. Busca en los ingredientes MSG o ácido glutámico, glutamato, carragenina, maíz hidrolizado.

 

Aceites bromados

Ingredientes: aceite vegetal bromado (BVO)

Dónde se esconden: en bebidas deportivas y sodas de sabor cítrico (atención: también hay harinas bromadas, y por eso te conviene controlar también panes y masas).

Por qué siguen en uso: el aceite bromado es un emulsionante, que evita que los contenidos de la bebida se separen y suban a la superficie.

Riesgos para la salud: los aceites bromados han sido relacionados a problemas de tiroides, enfermedades auto inmunes y cáncer.

Evítalos: lee atentamente las etiquetas y descarta los productos bromados.

 

Aceites hidrogenados

Dónde se esconden: en pasteles, galletas, donas, comidas congeladas, papas fritas, margarinas.

Por qué siguen en uso: cuando el aceite vegetal se combina con el hidrógeno en un proceso industrial, el producto resultante tiene gran estabilidad. Es decir, los alimentos que contienen aceites hidrogenados tienen una vida útil muy larga, y los supermercados no tienen que preocuparse porque no se vendan rápidamente.

Riesgos para la salud: los aceites hidrogenados son también conocidos como las grasas trans, y se trata del primer factor contribuyente a arterias bloqueadas y ataques al corazón.

Evítalos: no es fácil, pues en algunos países si los alimentos contienen menos de 0.5 gramos de aceites hidrogenados, pueden decir “sin grasas trans” en sus etiquetas. Si el producto que quieres comprar contiene aceites parcialmente hidrogenados o shortening, déjalo.

 

Alimentos Transgénicos

Ingredientes: organismos alterados genéticamente.

Dónde se esconden: las cosechas más comunes son el maíz, la canola, la soja, la papaya y las remolachas.

Por qué siguen en uso: para aumentar la productividad y la resistencia a las pestes, y para crear variaciones más dulces de vegetales que consumimos.

Riesgos para la salud: los transgénicos son creaciones relativamente nuevas, y conllevan muchos desafíos. El principal problema es que todavía no está claro cuáles son los riesgos a largo plazo de consumir estos productos, pues no hay estudios conclusivos. Las investigaciones independientes que se han realizado indican que los transgénicos pueden influir en la fertilidad, en el sistema auto inmune, desregular la insulina y alterar el balance gastro intestinal. Es decir, los riesgos de consumirlos superan los posibles beneficios. Por eso y hasta que no se pueda garantizar 100% su seguridad, es preferible dejarlos de lado.

Evítalos: en muchos países los transgénicos no se declaran en las etiquetas. Si los quieres evitar, lo mejor es consumir alimentos orgánicos, o buscar un sello de garantía de agricultura natural o biológica.

 

¡Recuerda!

Es normal sentirse agobiada con tanta información, especialmente cuando quieres hacer cambios positivos en tu dieta y no sabes por dónde empezar. Date tiempo para leer esta lista varias veces con tranquilidad, imprímela si quieres y comparte este artículo con tus seres queridos.

Comienza a leer las etiquetas de los productos y a familiarizarte con los nombres de los ingredientes. Independientemente del país donde vivas, siempre hay opciones naturales en el mercado de verduras o en los supermercados… tal vez al principio tengas que jugar a los detectives hasta encontrarlos. ¡No te desanimes! Tu salud física y emocional te lo agradecerán.

 

Errores alimenticios

¡Tienes que terminar el plato! ¡No puedes comer el postre si no tocas la lechuga! ¿Te suenan estas frases?

Todas las mamás queremos que nuestros hijos crezcan bien, sanos y fuertes, y que su alimentación sea no solo nutritiva sino también balanceada. Pero en la práctica las cosas no son tan fáciles: tenemos horarios conflictivos, a los chicos no les gusta lo que preparamos, o el presupesto familiar no alcanza para darse grandes lujos en la mesa.

Las dificultades son varias. Por eso es importante tener claro cuáles son nuestras responsabilidades a la hora de alimentar a nuestros hijos, e identificar los errores más comunes que podemos cometer, a fin de evitarlos dentro de lo posible.

Recordemos que nuestra premisa básica es que los padres somos responsables por qué comer, cuándo y dónde. Nuestros hijos son responsables por cuánto comen, y si es que deciden comer.

Hoy vamos a explorar las principales áreas en las que los padres fallamos a la hora de alimentar a nuestros hijos. Estas incluyen errores en qué comer, en cuándo comer, y en dónde comer.

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Errores en qué comer: 

– Falta de planeamiento y desorganización: es tal vez el error más común, pues sólo podemos poner en la mesa lo que tengamos cocinado o para cocinar. La buena nutrición comienza por planear la compra y el menú de la semana, aunque sólo sea a grandes rasgos. De lo contrario terminaremos comiendo pizza y hamburguesas  varias veces por semana.

– Ofrecer comida no adecuada para la edad del niño: de la misma forma que no le ofreceríamos un churrasco a un bebé de dos meses porque sabemos que no puede comerlo, debemos informarnos sobre las distintas fases de desarrollo en torno a la alimentación que influyen a los niños más grandes. Hay distintas edades para introducir distintos sabores. Ofrecer espárragos y escarola no es ideal, por más nutrientes que tengan.

– Ofrecer demasiadas comidas “para niños”: me refiero específicamente a comidas con azúcar. Si bien es cierto que los niños tienen preferencia por la comida dulzona, existen muchas alternativas naturales que no requieren agregar azúcar (zanahorias, remolacha, arvejas) y que satisfacen esa necesidad del niño.

– Ofrecer comida que no es rica o no está debidamente sazonada: a veces, cuando intentamos cambiar el menú y comenzar a comer más sano, se nos va un poco la mano y nos olvidamos que para un niño el sabor es fundamental. Por ejemplo, función del aceite y la manteca es ayudar a realzar el sabor natural de las verduras, y le proporcionan una calidad resbaladiza a las comidas que ayuda a la hora de masticar y tragar. ¡No caigamos en la trampa de ofrecer comida nutricionalmente superior pero amarga, desabrida o aburrida!

– Prohibir alimentos: en especial debemos hacer un esfuerzo por mantener los postres, los dulces y las papitas chips. Sí, es preferible que los niños se expongan a esas comidas con moderación a que se las prohibamos. Hagamos el esfuerzo de dar postre al menos una vez al día, y de dejarlos que coman papitas al menos un par de veces por semana. La moderación es fundamental.

– Olvidarnos de dar el ejemplo: si cocinamos pasta integral con berenjenas para los chicos pero nosotros no la comemos, y si vamos a un restaurant y pedimos verdura para ellos y pizza para nosotros, tenemos que revaluar nuestra estrategia alimenticia. No podemos pedir lo que no damos.

 

Errores en cuándo comer:

– Ofrecer comida constantemente: si ofrecemos desayuno, almuerzo y cena, más dos meriendas al día, es prácticamente imposible que nuestros hijos estén mal nutridos y se mueran de hambre. Tenemos que perderle el miedo a decir que “no” fuera de estos horarios: si nuestro hijo no comió durante el almuerzo y media hora más tarde implora que tiene hambre, no tenemos por qué ceder frente a su petición. Falta muy poquito para la hora de la merienda, y ya comerá con más ganas. Más que ofrecerles comida a destiempo, es preferible que nos concentremos en comprender los motivos por los cuales nuestros hijos están pidiendo comida (¿aburrimiento?) o creen que necesitan comer nuevamente (¿ansiedad?). Si a pesar de mantener los 5 horarios nuestros hijos continúan pidiendo comida en otras oportunidades, sugiero evaluar la situación con ayuda profesional.

 

Errores en dónde comer:

– Ofrecer comida en lugares y situaciones en las que la comida no pertenece: el auto, el sofá de la sala y el escritorio de los deberes no tienen por qué tener manchas de mayonesa. Como padres, tenemos que tomar una decisión consciente sobre dónde vamos a permitir que nuestros hijos coman, y por qué. Y como siempre, dar el ejemplo es fundamental: si no queremos que nuestros hijos coman papitas frente al televisor, tenemos que dejar de hacerlo…

 

Finalmente, me gustaría recordarles que aparte de qué comer, cuándo comer y dónde comer, la Psicología de la Nutrición también reconoce que hay toda una gama de fallas en torno a la alimentación que ocurren dentro el campo emocional. Por su importancia las vamos a explorar por separado con el grado de atención y detalle que se merecen.

 

 

Alimentación en la adolescencia

Cuando nuestros hijos son chicos es fácil seguir las recomendaciones sobre dieta y nutrición. Pero cuando crecen, cada vez hay menos normas para seguir, y los gustos personales de nuestros hijos juegan un rol fundamental.

Para poder navegar la adolescencia, te invitamos a escuchar esta presentación exclusiva, en la cual aprenderás:

– cuáles son las necesidades dietéticas durante la adolescencia

– qué características tiene esta fase, a nivel de desarrollo físico y mental

– cambios a los que debes prestar atención

– cómo ayudar a nuestros hijos en esta fase de sus vidas, desde el punto de vista nutricional

 

 

Luego de mirar el seminario, te pedimos que nos dejes debajo un mensaje contándonos tu experiencia con tus adolescentes.

Gracias por ser parte de nuestra comunidad.

 

Descubre tu Personalidad Emocional

¿Qué significa ser una persona sensible? ¿Sabías que no tienes por qué ser tímida o tranquila para tener gran sensibilidad? Si quieres saber cómo manejar tu sensibilidad y aprender más sobre tus características emocionales, este seminario te ayudará a comprender mejor la relación entre sensibilidad, emociones y dolencias físicas.

Míralo y cuando termine no te olvides de dejarnos tu comentario aquí debajo. Queremos que nos cuentes qué te pareció y cómo puedes aplicar este conocimiento en tu vida.

¡Recuerda que es gracias a tus comentarios que podemos crear más programas diseñados especialmente para ayudarte!

 

 

Mi madre, mi imagen

En esta charla gratuita exploramos la relación madre-hija: ¿qué influencia tiene tu madre sobre tu imagen y tu autoestima, y por qué? ¿cómo interpretar los mensajes de nuestras madres que nos hacen daño? ¿es posible cambiar o mejorar ese legado?

No te pierdas este primer seminario introduciendo el tema, te va a ser muy útil para explorar esta relación.

Y si te sirve y te gusta, no te olvides de dejarnos un comentario y compartirlo con quienes lo puedan necesitar.

 

Alimentación en familia: errores emocionales

En esta nueva entrega de video te explicamos cuáles son los errores emocionales que la mayoría de los padres cometen a la hora de alimentar a sus hijos. Si no eres mamá te recomendamos igual escuchar atentamente la explicación, pues seguramente descubras situaciones que se daban en la casa de tus padres y puedas comprender mejor cómo te pueden haber influido.

Déjanos un comentario aquí debajo y cuéntanos cómo se aplican estas sugerencias a tu caso.