El cuerpo de la evidencia

Hace algún tiempo, cuando me graduaba como Experta en Psicología de la Nutrición, pensé que mis años de estudio y entrenamiento habían llegado a su fin. Por supuesto que tomaría algún que otro seminario para mantenerme al día, pero no necesitaría más conocimiento que el obtenido con mi certificado.

Esto fue cierto hasta cierto punto: sí, todavía participo en conferencias y leo muchos libros, pero para mi sorpresa, mi fuente principal de aprendizaje no han sido instituciones ni bibliotecas. El verdadero origen de mis enseñanzas proviene de mis clientas.

Ellas son quienes se abren a contarme sus historias de vida, quienes ofrecen su vulnerabilidad y su fuerza, quienes comparten sus sueños y sus miedos; ellas son quienes avanzan mis estudios, día tras día.

La semana pasada, por ejemplo, me cité con Susana en un café del centro. Era un día caluroso y decidimos hacer nuestra sesión al aire libre: yo pedí un té frío, y ella pidió un helado de chocolate.

El helado fue un gesto de valentía: por más de 7 años, Susana ha intentado por todos los medios bajar 10 kilos de sus caderas, y no ha tenido suerte. Ha hecho cuanta dieta pudo, y  a veces los kilos se fueron pero volvieron con más furia. Cuando nos conocimos, hace pocos meses, ella realizaba una dieta extremadamente limitada.

Ahora Susana ya no se priva de nada y se anima a darse pequeños gustos, como es el caso del helado. También ha bajado un par de kilos y se siente bien. Tal vez haya sido que en verano tiene menos hambre, que comenzó a hacer yoga, o que se siente menos estresada. De todas formas, me confiesa, el resto del sobrepeso todavía le molesta.

– Estoy muy contenta con el progreso que hemos logrado – me dice -. Pero todavía quiero bajar los otros kilos. Nunca he sido delgada, y me pregunto cómo sería mi vida si lo fuese. Creo que sería otra persona.

Este es el momento en que las dos descubrimos una nueva enseñanza.

cambio

Como Susana, muchas de mis clientas quieren llegar al resultado final, a ese momento en el que serán flacas y sus vidas cambiarán para siempre. Y justamente ese es el problema: el sobrepeso está allí por un motivo. A veces, es para recordarnos los desafíos que hemos superado y los que todavía nos quedan por superar. Inconscientemente, perder peso podría significar renunciar a nuestra historia personal. ¿Y si pierdo el peso y soy flaca y feliz, me acordaré todavía de todas las que pasé cuando era más rellenita? ¿Se borrarán de mi memoria todas las lecciones que he aprendido, quién seré cuando el sobrepeso ya no esté allí para recordármelo?

Nuestros cuerpos pueden ser símbolos poderosos, receptores de nuestra trayectoria en este planeta. La forma de nuestro cuerpo puede revelar lo que hemos estado viviendo en nuestro universo personal; por eso, abandonar esa forma puede generarnos ansiedad. Tal vez temamos que nuestra identidad actual desaparezca, y por este motivo nuestra personalidad se aferre más a nuestra forma actual.

Susana y yo nos quedamos un ratito más en el café. Le doy gracias por ser tan cándida conmigo, y le aseguro que vamos a encontrar juntas otras formas de expresar su personalidad, sus valores y su historia personal. En definitiva: podemos honrar nuestro pasado, nuestra memoria, y nuestro cuerpo actual mediante técnicas alternativas. Entonces nuestro cuerpo no necesitará mantener su forma actual para recordarnos quiénes somos.

Susana sonríe. Algo adentro suyo está cambiando. Sabe que realizar este cambio requerirá esfuerzo y constancia, que la superación personal no es tan fácil como una dieta, pero está dispuesta a dar el paso, y yo estoy dispuesta a acompañarla.

Nos despedimos y yo vuelvo a casa. Cuando abro la puerta recuerdo que tengo una conferencia virtual en pocos minutos. Pero algo me dice que ya he aprendido la lección más importante del día, y le doy gracias a mis clientas por ser parte de mi vida.

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