Tag Archives: alimenticio

Errores alimenticios

Según las estadísticas médicas, los desórdenes alimenticios van cada vez más en aumento. Afortunadamente, existen cada vez más fuentes de información y centros de ayuda para quienes los necesitan. Pero pese a este auge de apoyo, todavía corren nociones equivocadas sobre lo que son los  y sus consecuencias. Hoy queremos ayudarte a reconocer los errores más comunes que circulan en las redes:

1. Para tener un desorden alimenticio hay que estar muy flaca o muy gorda

Esto no es así: el peso puede ser un indicador de la existencia de un desorden alimenticio, pero no es el único factor, ni tiene por qué ser un factor decisivo. Por ejemplo, una persona que sufre de bulimia puede tener un peso absolutamente normal pero tener un desorden alimenticio avanzado. Y una persona  anoréxica puede tener sobrepeso, aunque nos cueste hacernos a la idea. Hay muchas personas que hacen dietas extremadamente restringidas y si no reciben ayuda a tiempo el desorden puede avanzar. O sea,  si nos guiamos solamente por el peso habremos perdido la oportunidad de brindarles muchos meses de tratamiento. El indicador principal en un desorden alimenticio no es el peso, son las conductas. 

2. La culpa del desorden alimenticio la debe tener la familia

Apuntar el dedo y buscar “culpas” no ayuda al proceso de recuperación… en vez de buscar culpables es mejor reconocer que en los desórdenes alimenticios hay condiciones neurológicas complejas en las cuales influyen muchísimos factores, entre ellos la familia. Una persona puede tener una familia cariñosa y solidaria, y sin embargo desarrollar un desorden alimenticio. En ese caso, la familia puede transformarse en uno de los principales aliados en su recuperación, y varios centros de terapia no dudan en reclutar su ayuda. Nadie es culpable de un desorden alimentico, pero el rol de la familia es vital en el proceso de recuperación. 

3. Una persona con un desorden alimenticio puede vivir una vida normal

Este punto es algo complicado, porque alguien puede estar recuperándose de un desorden y en ese caso estar viviendo una vida en la cual el alimento ya no tiene un rol tan preponderante. Pero una persona con un desorden alimenticio que no está siendo tratado puede “esconder” bien o saber disimular su condición, y entonces desde afuera nos parece que todo está bien (recuerda que el peso no es el principal indicador de un desorden). Mientras no se reciba ayuda, debemos ver al desorden alimenticio como una crisis que interrumpe y desintegra nuestra vida personal y nuestro medio. Por eso es fundamental buscar y proporcionar ayuda. Por más bien que alguien disimule su condición no se trata de una condición normal, y se necesita ayuda profesional para superarla. 

4. Un desorden alimenticio es una elección personal

Comer o no comer, vomitar o no vomitar, no son “elecciones personales”  y por lo tanto no pueden ser solucionadas con fuerza de voluntad. Quienes desconocen los factores biológicos y neurológicos de los desórdenes alimenticios creen que alcanza con “dejar de hacer dieta” o “dejarse de pavadas”. Quienes sufren de un desorden y no son conscientes de ello pueden decir frases como “es que no me apetece, no tengo hambre” o “es mi vida y hago lo que quiero”.  Pero es más complejo que esto. Los desórdenes alimenticios están catalogados como enfermedades mentales: de la misma forma que nadie elige estar deprimido y necesita ayuda profesional, nadie “elige” un desorden alimenticio. 

5. Sólo a las “chicas bien” les pasan estas cosas

Les pasa a las chicas, a los chicos e incluso a ancianos: los desórdenes alimenticios no conocen barrera de sexo, edad ni condición social. Una persona de cualquier raza, peso y orientación sexual puede desarrollar un desorden alimenticio. Por ejemplo, se estima que 1 de cada 10 afectados son hombres, y dentro de este grupo, no hay preponderancia de orientación homosexual. Los desórdenes alimenticios no discriminan: le pueden pasar a cualquier persona. 

6. Tener un desorden alimenticio no es tan grave

Los desórdenes alimenticios crean una situación de trauma nutricional en nuestro cuerpo, y este estado biológico alterado puede generar complicaciones médicas graves. Y aparte de los riesgos a nivel físico hay riesgos a nivel emocional. La tasa de depresión y suicidio dentro de los afectados es mucho más alta, para dar un ejemplo. Los desórdenes alimenticios pueden no parecer graves al principio, pero se transforman rápidamente en condiciones muy serias. 

7. Los desórdenes alimenticios son genéticos

Los desórdenes alimenticios tienen una base genética y biológica, pero la genética de por sí no determina quién desarrollará un desorden y quién no. Las investigaciones en este campo indican que el entorno y la historia personal también juegan un papel importante en el desarrollo de estas condiciones. Por eso el tratamiento se realiza con un equipo profesional inter disciplinario, que incluye desde psicólogos hasta nutricionistas y doctores de medicina general. Lo importante no es buscar el origen del desorden, sino tratarlo. 

8. No es posible recuperarse de un desorden alimenticio, al menos no del todo

Sí es posible recuperarse de un desorden alimenticio, especialmente si la persona afectada recibe tratamiento apenas lo desarrolla. Por eso es fundamental la detección temprana y la intervención profesional. Si crees que alguien que tú conoces esté afectado por un desorden, no dudes en expresar tu preocupación y ayudarle a buscar apoyo profesional. El mejor momento para comenzar a sanar de un desorden alimenticio es ahora. 

Dieta sana o desorden alimenticio

La mayoría de nosotras queremos comer de forma saludable y balanceada, y es entendible que hagamos un esfuerzo por alimentarnos de la mejor manera. Como lamentablemente en los últimos años hemos visto un gran incremento en productos alimenticios procesados, y cada vez sabemos más de la relación entre enfermedad y cierto tipo de sustancias químicas en nuestro cuerpo, es entendible que queramos evitar comerlos. Por eso cada vez son más las mujeres que eligen comer frutas y verduras orgánicas, evitar las carnes con hormonas, y llenar la despensa con alimentos de calidad y de origen controlado.

Este interés en cuidar de nuestro cuerpo y de nuestra salud es positivo, siempre y cuando sea eso: un interés y no una obsesión. En nuestra praxis vemos a muchas mujeres que se preocupan excesivamente por “comer limpio”, al punto de negarse a cenar en casa de amigos cuyos hábitos alimenticios no sean los mismos, o al punto de llevar su propia comida a todos lados. Y si se encuentran en situaciones en las que se sienten obligadas a comer (por ejemplo, un almuerzo en el trabajo), sienten luego una gran culpa por haber consumido alimentos “malos” o “nocivos”.

¿Qué hacer? ¿Cómo saber si estamos frente a un interés por mejorar nuestra dieta, o si estamos cayendo en una ortorexia u otro tipo de desorden alimenticio? Tal vez la forma más fácil de responder esta pregunta sea utilizando la regla del 80/20: en el marco de una dieta saludable, una persona comerá el 80% de veces comida sana, y el 20% restante consumirá productos alimenticios de calidad inferior. Es decir, si nos alimentamos sanamente de forma regular, siempre existe un margen que nos permite hacer una excepción – por ejemplo, comer dulces durante una celebración de cumpleaños, almorzar en una cadena de comidas rápidas con nuestros colegas, cenar tarde en un restaurant con nuestra pareja -.

La clave aquí es la flexibilidad, puesto que cuando alguien padece un desorden alimenticio sus conductas tienden a volverse rígidas, y esa zona de 20% de flexibilidad tiende a desaparecer. Entonces la persona se aísla en su alimentación, prefiere no asistir al cumpleaños que comer la torta, o no comer nada en la cadena de comidas rápidas aunque se esté literalmente cayendo de hambre. Por el contrario, una persona con conductas alimenticias sanas no siente gran culpa o ansiedad, puesto que sabe que esta comida de baja calidad es una excepción en su dieta, es parte de ese 20%, y al día siguiente (o a las pocas horas) ella retomará su 80% habitual.

Como ejercicio, te proponemos hacer una lista mental de lo que has comido en los últimos 5 días. ¿Puedes ver una relación de 80-20 en tu dieta? ¿Cómo te sientes cuando comes comida de “baja calidad? ¿Desarrollas algún tipo de actividad compensatoria (hacer más ejercicio, ayunar) para quitarte la culpa? Es a partir de estas pautas que puedes establecer cómo te relacionas con la comida, y buscar ayuda si consideras que estás cayendo en conductas problemáticas.