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Dieta sana o desorden alimenticio

La mayoría de nosotras queremos comer de forma saludable y balanceada, y es entendible que hagamos un esfuerzo por alimentarnos de la mejor manera. Como lamentablemente en los últimos años hemos visto un gran incremento en productos alimenticios procesados, y cada vez sabemos más de la relación entre enfermedad y cierto tipo de sustancias químicas en nuestro cuerpo, es entendible que queramos evitar comerlos. Por eso cada vez son más las mujeres que eligen comer frutas y verduras orgánicas, evitar las carnes con hormonas, y llenar la despensa con alimentos de calidad y de origen controlado.

Este interés en cuidar de nuestro cuerpo y de nuestra salud es positivo, siempre y cuando sea eso: un interés y no una obsesión. En nuestra praxis vemos a muchas mujeres que se preocupan excesivamente por “comer limpio”, al punto de negarse a cenar en casa de amigos cuyos hábitos alimenticios no sean los mismos, o al punto de llevar su propia comida a todos lados. Y si se encuentran en situaciones en las que se sienten obligadas a comer (por ejemplo, un almuerzo en el trabajo), sienten luego una gran culpa por haber consumido alimentos “malos” o “nocivos”.

¿Qué hacer? ¿Cómo saber si estamos frente a un interés por mejorar nuestra dieta, o si estamos cayendo en una ortorexia u otro tipo de desorden alimenticio? Tal vez la forma más fácil de responder esta pregunta sea utilizando la regla del 80/20: en el marco de una dieta saludable, una persona comerá el 80% de veces comida sana, y el 20% restante consumirá productos alimenticios de calidad inferior. Es decir, si nos alimentamos sanamente de forma regular, siempre existe un margen que nos permite hacer una excepción – por ejemplo, comer dulces durante una celebración de cumpleaños, almorzar en una cadena de comidas rápidas con nuestros colegas, cenar tarde en un restaurant con nuestra pareja -.

La clave aquí es la flexibilidad, puesto que cuando alguien padece un desorden alimenticio sus conductas tienden a volverse rígidas, y esa zona de 20% de flexibilidad tiende a desaparecer. Entonces la persona se aísla en su alimentación, prefiere no asistir al cumpleaños que comer la torta, o no comer nada en la cadena de comidas rápidas aunque se esté literalmente cayendo de hambre. Por el contrario, una persona con conductas alimenticias sanas no siente gran culpa o ansiedad, puesto que sabe que esta comida de baja calidad es una excepción en su dieta, es parte de ese 20%, y al día siguiente (o a las pocas horas) ella retomará su 80% habitual.

Como ejercicio, te proponemos hacer una lista mental de lo que has comido en los últimos 5 días. ¿Puedes ver una relación de 80-20 en tu dieta? ¿Cómo te sientes cuando comes comida de “baja calidad? ¿Desarrollas algún tipo de actividad compensatoria (hacer más ejercicio, ayunar) para quitarte la culpa? Es a partir de estas pautas que puedes establecer cómo te relacionas con la comida, y buscar ayuda si consideras que estás cayendo en conductas problemáticas.