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Deja ir tu Sobrepeso Emocional

Este 2020 que está casi casi terminando no deja de sorprendernos (o más bien horrorizarnos) a cada rato. Muchas de ustedes me han escrito sobre las dificultades que han experimentado en los últimos meses, desde las dificultades que conlleva el aislamiento hasta problemas económicos por cambios laborales.

Tal vez los temas que más me han comentado, aparte del Covid, han sido la ansiedad y el sobrepeso. Ansiedad porque el mundo que conocíamos ya no existe, y este mundo nuevo parece bastante ilógico. Es difícil planear nada en las circunstancias actuales. 
Y sobrepeso porque esa ansiedad lleva a comer demás, a sentirnos paralizadas y por ende inactivas. 

Pero no todos los desafíos que experimentamos con el Covid comenzaron este año – muchas de nosotras ya veníamos cansadas porque acarreamos sobrepeso desde hace tiempo. Tal vez no sobrepeso físico, pero sí SOBREPESO EMOCIONAL.

Si teníamos sobrepeso físico no sólo no lo pudimos perder sino que subimos más, y si teníamos peso normal pero gran sobrepeso emocional tal vez comenzamos a poner algunos kilos. La situación se vuelve bastante frustrante, porque si no comprendemos qué es el sobrepeso emocional y de dónde viene, mal vamos a poder perderlo. Y si no lo perdemos, tendrá consecuencias en nuestro peso físico.

Gracias por tu interés en nuestro seminario gratuito. El plazo para verlo ha concluido. Hemos archivado el seminario y la meditación, que forman parte del curso Transforma tus Pérdidas. Las clases inician en enero, pero quienes se inscriban desde ya tienen acceso al seminario y la meditación hasta que las clases comiencen.

La primera dieta

Para quienes tenemos hijas, existen momentos que definen nuestra maternidad: la primera vez que dicen “mamá”, el primer diente de leche caído y, más adelante, el primer día de escuela. A medida que las niñas crecen y que se aventuran en el mundo de la adolescencia, llegan también otras “primeras veces” que nos causan más ansiedad y algo de miedo: la primer discusión grande con lágrimas y portazos, la primera salida sin un adulto acompañante, y tal vez el primer noviecito.

Como madres responsables, tratamos de aprender distintas formas positivas de navegar estas situaciones. Especialmente nos preocupamos del tema sexualidad, de la influencia del alcohol y las drogas, y del fluctuante rendimiento escolar.

Hoy me gustaría introducir otra primera vez que a muchas mamás se nos pasa por alto: la primera dieta.

Para la mayoría de nuestras hijas, la adolescencia es un período de cambio acelerado, que en muchos aspectos implica re descubrirse y re dibujar su existencia. El cuerpo cambia y comienza a regirse por los ciclos hormonales, que traen consigo no sólo la aparición del período menstrual sino también las curvas femeninas.

Esta nueva imagen sinuosa es recibida con mucha ambivalencia: por un lado nuestras hijas quieren explorar lo que significa ser mujer, y por otro lado le temen al poder de la sexualidad y de lo femenino. Es por eso que las vemos un minuto maquillándose frente al espejo, y al momento siguiente abrazando a su osito de peluche tiradas en el sofá.

Semejante tipo de reacción es comprensible, puesto que a nivel social los mensajes que enviamos a nuestras hijas son muy contradictorios. Si bien nosotras las alentamos y les decimos que pueden estudiar lo que quieran, que no necesitan casarse o tener hijos y que son hermosas con el cuerpo que ya tienen, existen muchos otros mensajes que tal vez no verbalizamos pero que se los damos con nuestro ejemplo.

Nuestras hijas perciben mucho más que nuestro discurso oral: ellas ya están acostumbradas desde niñas a oir los desafíos que nosotras mismas tenemos con el rol de lo femenino, y especialmente con nuestra propia imagen. Durante años han notado cuando le decimos a una amiga que ya no cabemos en los jeans, cuando servimos postre a toda la familia pero nosotras no lo comemos, cuando vamos a la playa y ocultamos nuestra figura debajo del pareo. Todos esos elementos son absorbidos en silencio y, llegada la adolescencia, nuestras hijas se inician también en ese mismo campo conflictivo.

Por eso, para muchas jóvenes, el rito de pasaje femenino por excelencia es la primera dieta: es señal de que su cuerpo está cambiando, que ya no tienen el físico de una niña y que su sexualidad ya se insinúa. A veces, las mamás incluso promovemos esa primer conducta alimenticia distorsionada. Tal vez porque pensamos que nuestra hija está un poco redondita y le queremos hacer un favor, pero por lo general estamos haciendo más mal que bien. Queremos que nuestras hijas se ahorren desde ya todos los problemas que nosotras hemos tenido con nuestro propio cuerpo, y proyectamos nuestros miedos y nuestros desafíos propios en su relación con la comida.

Es importante comprender que una dieta no es una solución, sino que se trata del primer comportamiento problemático en torno a la alimentación. Estudio tras estudio demuestra que las dietas no causan desórdenes alimenticios, pero que todas las mujeres que padecen de alimentación desordenada han hecho dieta.

Como profesional, no me canso de decirle a las mamás que ellas no les comprarían cigarrillos ni vodka a sus hijas, ni les prestarían el auto a una niña de 13 años; pero si la hija les dice que quiere hacer dieta, inmediatamente salen al supermercado a comprar comida “más sana” y comienzan a contar las calorías.

Es aquí donde me gustaría sugerir una ruta alternativa para todas las mamás preocupadas: no nos centremos en el peso ni en la imagen de nuestras hijas, sino en su estado de salud. Si nuestras hijas tienen curvas pero buen nivel de energía, si no hay condiciones físicas apremiantes ni complicaciones digestivas o de otra naturaleza, no es necesario hacer dieta. Y si existen enfermedades o síntomas problemáticos, entonces lo fundamental es hablar con un profesional capacitado que nos ayude a crear una alimentación saludable y balanceada, pero no restrictiva.

Crecer es difícil, tanto para las niñas como para las mamás, pues ambas estamos aprendiendo a navegar los cambios en nuestros cuerpos y en nuestras psiquis. Cuando decidimos hacerlo con una actitud positiva, centrándonos en cómo nos sentimos y en lo que nuestro cuerpo puede hacer en vez de en cómo se ve para los demás, entonces ya estamos dando juntas el primer paso saludable en esta jornada de descubrimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando quieres cambiar…

Hoy quiero darles las gracias a quienes enviaron comentarios tan bonitos de la Masterclass de Hambre Emocional que  hemos hecho con Valeria Lozano de Hábitos. La verdad es que fue una conversación muy fluida y espontánea, y nos alegra mucho saber que ha sido tan útil para nuestra comunidad.

Tal vez la pregunta más frecuente que he recibido en relación a la Masterclass es “Bueno, ya entiendo que necesito cambiar, pero ¿cómo empiezo el proceso de forma positiva y sin tener recaídas constantes?”.
Iniciar un proceso de cambio requiere de dos aspectos: uno físico (la alimentación, el movimiento, los hábitos) y uno psíquico (el auto cuidado, identificar las trabas emocionales, la introspección guiada). Pero yo siempre digo que, por lo general, el cambio interno precede al cambio externo.
Es decir, si realizamos cambios externos (dietas, ejercicio intenso) sin trabajar los factores emocionales que nos han llevado a encontrarnos con sobrepeso o con un cuerpo con desafíos, seguramente el cambio externo no será duradero. Porque muy pronto vamos a encontrarnos con trabas y no sabremos cómo resolverlas, o las resolveremos de manera ambigua. Por eso es fundamental identificar primero cuáles son esas zonas grises de nuestro ser, cuáles son los desafíos emocionales que estamos experimentando (¡son distintos para cada una de nosotras!), y a partir de allí generar esos cambios internos que harán que el cambio externo sea sostenible.

Para ayudarte en ese proceso he creado el curso Mi Cuerpo Mi Tesoro, que acabamos de lanzar  en colaboración con la plataforma del Instituto Hábitos. Es la primera clase que brindo en varios años (últimamente me he dedicado a entrenar profesionales) y en ella combino el conocimiento y las técnicas de la Psicología de la Nutrición para guiarte y lograr cambios reales. Si quieres enterarte de más detalles puedes hacerlo aquí. (El curso tiene en este momento un precio especial de lanzamiento, que todavía es válido por unos pocos días).

Si no estás interesada en el curso, quiero de todas formas alentarte a mirar la charla sobre Hambre Emocional que hicimos con Valeria, pues aunque sea un área de tu vida en la que tal vez no tengas grandes desafíos, seguramente vas a aprender a mirarla con nuevos ojos luego de escuchar nuestra conversación. 

Alimentación en la adolescencia

Cuando nuestros hijos son chicos es fácil seguir las recomendaciones sobre dieta y nutrición. Pero cuando crecen, cada vez hay menos normas para seguir, y los gustos personales de nuestros hijos juegan un rol fundamental.

Para poder navegar la adolescencia, te invitamos a escuchar esta presentación exclusiva, en la cual aprenderás:

– cuáles son las necesidades dietéticas durante la adolescencia

– qué características tiene esta fase, a nivel de desarrollo físico y mental

– cambios a los que debes prestar atención

– cómo ayudar a nuestros hijos en esta fase de sus vidas, desde el punto de vista nutricional

 

 

Luego de mirar el seminario, te pedimos que nos dejes debajo un mensaje contándonos tu experiencia con tus adolescentes.

Gracias por ser parte de nuestra comunidad.

 

Lo que no sabías que te engordaba

 

En esta nueva entrega realizada por Elisa en exclusivo para el Huffington Post, te explicamos cuáles son las cuatro comidas que te pueden hacer engordar sin que tú lo sepas (y dicho sea de paso, ¡no son las comidas que tú crees!).
Si quieres enterarte de cuáles son y leer el artículo completo, haz click AQUI para acceder al mismo. Si te gusta y si te ha sido útil no te olvides de dejarnos un comentario y compartirlo.